El nacionalismo como fenómeno político de masas es algo muy reciente.
La política en las poliarquías parece pivotar hoy alrededor de dos grandes tendencias: de un lado, los partidos del establishment, y de otro, los antisistema.
Nacionalismo y Populismo son dos cuestiones que han cobrado interés general en esta etapa de la historia, caracterizada por la globalización.
En 2004, el politólogo Cas Mudde definía el populismo como el espíritu de la época en Europa.
Hace años que el populismo se sienta a la mesa de los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea.
La Europeización apunta a la integración de sus naciones-Estado en favor de la unión política continental.
En Europa, asistimos a un renacimiento de los nacionalismos que amenazan la estabilidad política de las democracias y el propio proceso de integración.
Que nuestro continente camina hacia atrás no es ninguna novedad.
La ultraderecha y el nacionalismo, si bien son realidades diferentes, poseen unas actitudes comunes.
Nación es un término ambivalente, cuyos significados han ido básicamente de una comunidad cultural a un sujeto político que goza de soberanía.
El ADN del nacionalismo catalán es de factura netamente conservadora.
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