
Peru Erroteta. Periodista
Para no dejar lugar a dudas, el Presidente de la Generalitat, Artur Mas, dijo en la presentación del libro de Jordi Pujol", que lleva por tìtulo "El caminantdavant del congost. Quantotés difícil. I necessari"(Editorial Proa18/10/2012)que "ahora el país debe pasar este desfiladero, sabiendo que el desfiladero no nos llevará al camino de piedras sino a la tierra fértil". Mesiánica metáfora que, en cualquier caso, no expresa cabalmente el contenido de una publicación, que se explaya en el pasado de colaboración y pacto que protagonizó el veterano líder nacionalista catalán, que ahora parece verse obligado a justificar el giro de 180º que ha protagonizado su partido, Convergencia y Unió.
Quizá también con ánimo de arrojar luz sobre el polisémico titular del libro, el propio Pujol afirmaba en la presentación que "el desfiladero que estrecha el camino no significa que se haya acabado. Significa y reclama más esfuerzo, más riesgo, más capacidad de esperanza. Mes voluntad de ser". Palabras, no desprovistas de un tono "extrañamente espiritual, semireligioso", que el propio autor reconoce en la publicación.
Comienza refiriéndose Pujol al catalanismo y la religión como fuente de sus inquietudes de juventud. Esto se traduce para él en un impulso de renovación espiritual, de compromiso para expiar "el pecado de la insolidaridad" que, a su juicio, se manifiesta en la inmigración y, por extensión, en el subdesarrollo español que la origina. Todo ello, claro está, sin olvidarse sino todo lo contrario de la reconstrucción de Cataluña o precisamente por ello. Porque, más allá de sus reiteradas referencias a la caridad, la justicia, el compromiso... late en las palabras de Pujol un sentimiento de agonía patriótica, propio de los nacionalismos identitarios.
Catalanizar España
Se reclama también Pujol heredero del carlismo -"un movimiento enormemente importante, popular y auténtico"- que, junto a republicanismo federal, sitúa en las raíces del nacionalismo catalán y remontándose a la historia, sitúa la idea y el sentimiento de Cataluña en el imperio carolingio, del cual él dice sentirse parte -aunque en los confines-en contraposición a lo otro (la Sepharad de Espriú); es decir, España. Esta percepción dual, que se prolonga a través de todo el texto, se traduce en la visión de una Cataluña avanzada, próspera, culta... frente a una España subdesarrollada, cainita, inmanejable... Cosa que no impide a Pujol proclamarse de manera reiterada de España, pero de una España entendida, digamos, en lectura catalana. Y, por extensión, plantea la idea de catalanizar España, de contribuir desde la civilizada Cataluña a la gobernabilidad de Sepharad.