viernes, 19 de abril de 2024
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< ver número completo: Cambio climático e infraestructuras en América Latina
Rosa Castizo

​Los retos de Iberoamérica ante el cambio climático

Coordinadora del Observatorio La Rábida de Desarrollo Sostenible y Cambio Climático para Iberoamérica

Durante las últimas cuatro décadas hemos sobrepasado tanto las capacidades del planeta, que ahora tenemos que actuar con urgencia para regenerar ese déficit. El cambio climático es el efecto más palpable de estos excesos. Iberoamérica no es solo una región con especial vulnerabilidad, sino también una región con un tremendo potencial para liderar ese cambio.


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La población de Iberoamérica es altamente vulnerable a los efectos del cambio climático, ya que más de la mitad de la población vive en aquellos países con un mayor índice de vulnerabilidad socioecológica. Son las mujeres, las niñas y niños, los ancianos y los agricultores, las poblaciones más vulnerables. Además, la pobreza, la desigualdad y la rápida urbanización con infraestructuras insuficientemente planificadas son factores claves de vulnerabilidad. 


Cuba, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Venezuela, Bolivia y Paraguay son los países de Iberoamérica con mayor índice de riesgo climático.


De acuerdo al Informe La Rábida - Huelva sobre “Cambio Climático y Desarrollo Sostenible en Iberoamérica”, primer resultado del Observatorio 'La Rábida' de Desarrollo Sostenible y Cambio Climático para Iberoamérica, los efectos del cambio climático los vemos fácilmente en el aumento de temperaturas, que pueden llegar a subir hasta 6.7º en algunos lugares de Iberoamérica de no revertirse la tendencia actual. También el aumento del nivel del mar, que sigue con una tendencia de 2 a 4 milímetros al año, lo que supondría alcanzar los 80cm de subida en algunos lugares, con la consecuente desaparición de importantes núcleos poblacionales.


Las inversiones para adaptarse a los efectos del cambio climático en todos los sectores, incluidas las infraestructuras, es solo una parte de la acción necesaria. Además de adaptarnos a los efectos del calentamiento global y de reducir al máximo las emisiones de gases de efecto invernadero (mitigación) tenemos que regenerar para cubrir el déficit al que hemos llegado.


Trabajar con un enfoque de regeneración es clave para alcanzar un verdadero desarrollo sostenible. 


No podemos aspirar a sostener las actuales condiciones socioambientales si realmente queremos garantizar las capacidades de las futuras generaciones, ya que en los últimos 40 años hemos sobrepasado con creces varios de los límites planetarios, entre los que está el cambio climático.


La pregunta que tendríamos que hacernos es si nuestras acciones cotidianas como ciudadanos y ciudadanas, como empresas, como gobiernos o como sociedad civil no solo carecen de impacto negativo, sino que mejoran la situación actual. Por ejemplo, infraestructuras regenerativas son todas aquellas que más allá de evitar impactos, recuperan zonas degradadas, capturan carbono o devuelven a la naturaleza espacios ocupados.


Iberoamérica tiene un enorme potencial en términos de regeneración para avanzar en un verdadero desarrollo sostenible con la urgencia necesaria. 


El capital natural y el capital humano iberoamericano son fundamentales para repensar cada acción en términos de regeneración. Cuenta con una población especialmente preparada, con una historia relativamente reciente de cuidado de los ecosistemas y de entendimiento con los bienes y servicios naturales. Además, en Iberoamérica hay países como Costa Rica, Uruguay o España con fuertes avances en materia de transición socioecológica y de sectores como el de las energías renovables.


El desafío del cambio climático se materializa en la necesidad de construir una nueva infraestructura física y social, además de adaptar la ya existente. La infraestructura es un factor clave para el crecimiento, el empleo, y una mejor calidad de vida en los países. Sin embargo, hay que tener en cuenta que aproximadamente el 70% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero proviene de la construcción de infraestructura y de la operación de plantas de energía, de edificios y del transporte, una vez construidas. En los países más vulnerables a los impactos del cambio climático, la infraestructura baja en carbono puede ayudar a prevenir una reversión de los beneficios del desarrollo. Y para los países no tan vulnerables, se trata de contribuir al esfuerzo global de no aumentar la temperatura.


Ya hemos mencionado que no es suficiente con hablar de desarrollo sostenible, sino que tenemos que regenerar. Y que no es suficiente con pensar en cambio climático, sino que tenemos que tener una mirada más global sobre todos los límites planetarios que hemos sobrepasado. Es por ello que la transformación tiene que ser radical, tal y como avanza la Agenda 2030 que, más allá de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) plantea una nueva forma de trabajar más integral, menos sectorial, con acuerdos multisector y multinivel.


Todos los sectores dependemos de todos y, si bien sabemos que la reducción de emisiones provocadas por las infraestructuras es clave para la lucha contra el cambio climático, también sabemos que nuestros hábitos diarios, incluidos el consumo y nuestra dieta, son fundamentales para frenar el calentamiento global y ayudar por tanto a la resiliencia en todos los sectores, incluidas las infraestructuras físicas y sociales.


En el caso de Iberoamérica, el 47% de las emisiones proviene del sector agrícola y del cambio de uso del suelo, incluyéndose la deforestación provocada para incrementar las áreas de cultivo.


Esta realidad nos lleva a repensar directamente nuestra manera de alimentarnos ya que los monocultivos y la producción de carne están detrás de estas cifras y del cambio climático. La industria textil es la segunda más contaminante y una de las que suman peores condiciones para sus trabajadores. El 90% de los plásticos producidos en la historia no han sido ni serán reciclados, permanecerán en algún lugar de la tierra o el mar durante los próximos siglos. Estos datos piden un cambio en nuestra manera de consumir, tanto como ciudadanía como a la hora de proponer cambios en nuestras empresas y administraciones públicas.


El Observatorio La Rábida de Desarrollo Sostenible y Cambio Climático para Iberoamérica trabaja 

activamente en generar las alianzas necesarias entre actores y sectores para acelerar este cambio, que no es más que el de la Agenda 2030 en Iberoamérica. Tal y como refleja el Informe presentado en la Cumbre de jefes de estado y de gobierno del pasado año, la comunidad iberoamericana es clave a nivel mundial para lograr esa regeneración y acelerar el desarrollo sostenible, no solo por la riqueza de su naturaleza, sino por el potencial humano y de innovación de su sociedad, capaz de liderar ese cambio en el mundo.

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