martes, 30 de abril de 2024
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< ver número completo: Reajuste o crisis económica para este 2019
Diana Posada Restrepo

​¿Estamos a las puertas de una nueva recesión?

Consultora del área de mercados en Afi

El año comienza con un pesimismo generalizado sobre el devenir del crecimiento mundial. Las continuas revisiones a la baja de las previsiones de los diferentes organismos internacionales generan dudas sobre si estamos ante un mero ajuste del crecimiento mundial o nos encaminamos a una recesión. Lo cierto es que el balance de riesgos se ha deteriorado y el aumento de la volatilidad de los mercados financieros es un claro reflejo de la incertidumbre actual.


Recesion


El crecimiento global comenzó a mostrar señales de fatiga desde finales de 2018. Queda patente al observar los datos de comercio internacional. En diciembre, los flujos mundiales sufrieron la primera contracción desde la crisis económico-financiera de 2008 y no parece que sea algo puntual a la vista de los últimos indicadores.


El deterioro viene precedido de un aumento de las tensiones proteccionistas con Estados Unidos y China en el epicentro. Todas las miradas siguen puestas en las negociaciones en las que ambos países están inmersas desde hace meses y su resolución sigue siendo la mayor incógnita a despejar. Un acuerdo que satisfaga a ambas partes sería el mejor impulso para retomar una senda de crecimiento sostenible de la economía global. Por el momento, China ha cedido terreno y se ha comprometido a aumentar sus compras a la economía norteamericana y rebajar aranceles, entre otros. Concesiones que resultan insuficientes para Estados Unidos que está dispuesto a alargar las conversaciones con Pekín “el tiempo que sea necesario” hasta conseguir sus objetivos. El trasfondo, una lucha por el control geopolítico mundial en el que la economía estadounidense no está dispuesta a ceder.


En esta coyuntura, el crecimiento del gigante asiático pierde impulso, posiblemente más de lo que sus estadísticas oficiales revelan y los estímulos por parte de sus dirigentes no han tardado en llegar. 


El paquete de medidas, en su mayoría fiscales, lo anunciaba el primer ministro Li Keqiang a principios de marzo en la Asamblea Popular Nacional donde además mostró su inquietud por el entorno actual. Una solución transitoria que no corrige el problema de base. El agotamiento de un modelo de crecimiento y una población cada vez más envejecida que condicionan los avances futuros. La economía se encamina así hacia el menor crecimiento de los últimos treinta años. El objetivo oficial sitúa el avance en la banda del 6%-6,5% para 2019.


Estados Unidos parece relativamente inmune a este panorama, al menos por el momento. Sus estadísticas no dan lugar a duda, el mercado de trabajo sigue boyante, el gasto de las familias continúa creciendo al igual que la inversión empresarial. El estímulo fiscal se irá evaporando, pero aún tendrá un impacto positivo este año. En este sentido, la economía está camino de alcanzar su periodo de expansión más prolongado de la historia.


El mayor afectado está siendo la zona euro. El BCE revisó a la baja sus proyecciones de crecimiento hasta el 1,1% para 2019 a principios de marzo, seis décimas menos que su anterior previsión apenas tres meses atrás; y casi la mitad del avance observado en 2018. La patente debilidad llevó a la modificación de su foward guidance, de manera que no se espera la primera subida de tipos hasta principios de 2020. 


El estímulo monetario seguirá siendo un soporte vital para la región que ve cómo sus grandes economías pierden fuelle.


La notable desaceleración observada en la segunda mitad del pasado año parecía tener un tono transitorio que, no obstante, se ha prolongado más de lo esperado. La debilidad de Alemania en los últimos trimestres ya no solo responde al sector automovilístico afectado por cambios de normativa en la fabricación de vehículos diésel. Los malos datos se han extendido a gran parte del sector industrial que acusa el freno de la demanda externa de bienes de capital especialmente proveniente de China, Reino Unido o Turquía. En adelante, las perspectivas para la industria alemana pasan por la indudable necesidad de adaptación del sector automovilístico a los requerimientos de la demanda cada vez más concienciada con el medio ambiente. Una respuesta ágil permitirá mantener la capacidad de expansión del sector. La resolución de la incertidumbre acerca del comercio mundial será otro factor clave.


En Francia, las protestas de los “chalecos amarillos” han supuesto un parón en la producción industrial y el consumo de los hogares.


Italia, por su parte, ya ha entrado en recesión tras registrar crecimientos negativos en los últimos dos trimestres. Tras años de lívido crecimiento, el primer shock externo deja ver de lleno sus vulnerabilidades. Los problemas estructurales de la economía transalpina son de sobra conocidos, así como su tensa relación con los mercados y su inestabilidad política.


España sigue sorprendiendo por su resistencia. La economía mantiene un avance por encima del promedio del área euro, pero el contagio ya está aquí. El sector industrial registró fuertes caídas en su actividad en los meses de noviembre y diciembre del pasado año. El respiro de enero no parece que vaya a tener continuidad a tenor de lo adelantado por los indicadores de confianza. Solo la fortaleza de la demanda interna, y en especial del consumo, está permitiendo un comportamiento diferencial al de sus países vecinos. 


El mayor riesgo es que el periodo de incertidumbre se prolongue en el tiempo y acabe frenando las decisiones de inversión de las empresas.


La incertidumbre política es otro foco a vigilar. Nos enfrentamos una vez más a un año electoral. La dificultad para formar mayorías parlamentarias estables condiciona la senda de reformas necesarias para seguir corrigiendo nuestros problemas estructurales; y a la larga nos acabará pasando factura. Urge alcanzar un consenso en materia de política fiscal que busque corregir el déficit estructural. La inercia positiva del ciclo no siempre estará ahí.


Por último, no podemos olvidar la otra gran fuente de incertidumbre que está pesando sobre la actividad en España y la zona euro en general. Las negociaciones entre la Unión Europea y Reino Unido no están llegando a buen puerto.


Ahora el mayor desafío es evitar el choque de trenes, esto es, la posibilidad de un Brexit duro.


En definitiva, las previsiones de crecimiento para la mayor parte de las economías en 2019 llevan a pensar que nos encontramos ante un año de moderación de la senda expansiva de crecimiento de los últimos años, pero en ningún caso de contracción de la actividad económica. Señales que invitan al optimismo si no fuera porque históricamente los economistas no hemos sido capaces de predecir las recesiones.Sin embargo, los fundamentales de la actividad parecen sólidos y a medida que se disipen los riesgos que acechan al crecimiento –proteccionismo, desaceleración fuerte en China, Brexit– deberíamos ver una mejora de la actividad y dejar atrás los fantasmas de la recesión. 


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