domingo, 28 de abril de 2024
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< ver número completo: Reajuste o crisis económica para este 2019
Josep Lladós

​¿Regresa el invierno?

Profesor agregado y subdirector de investigación de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC

Decía Gustavo Adolfo Bécquer que mientras haya primavera en el mundo, también habrá poesía. Pero los principales gestores económicos parecen estar más interesados en seguir componiendo obras del género dramático, ideando nuevos episodios conflictivos y mostrando al público las limitaciones de sus políticas económicas para deshacer tanto embrollo.


Economu00eda Europea 2019


Ansiosa anda la comunidad seriéfila esperando el desenlace inminente del Winter is coming, en plena estación primaveral, al tiempo que muchos portavoces económicos llaman a rebato advirtiendo del retorno a los gélidos tiempos de la recesión. ¿Regresa el invierno económico?


En realidad, la economía global vive una etapa de zozobra e inestabilidad que ha afectado el sentimiento de los mercados, extendido el pesimismo en todos los lares y obligado a rebajar las previsiones de crecimiento económico. El frenazo en Europa es más evidente, dado nuestro elevado grado de apertura exterior. El menor vigor de las exportaciones se transforma rápidamente en un debilitamiento de la actividad económica.


Diversos factores externos e internos inciden sobre el tablero de juego europeo.


En el entorno más alejado, la disputa comercial entre los dos colosos económicos mundiales, con un claro trasfondo de lucha por el liderazgo tecnológico. Se lleva la palma como factor de riesgo, pues las incertidumbres sobre su resolución final, el frenazo en la producción industrial global y una menor dependencia china de las importaciones están reduciendo el dinamismo del comercio internacional. Y, debido a su especialización productiva y la orientación geográfica de la actividad exterior, Alemania y sus economías satélites ya padecen los efectos regresivos del estancamiento comercial.


La principal amenaza de no desescalar las fricciones comerciales reside en la transmisión de un aumento de costes a la cadena de producción y de un encarecimiento de precios a los consumidores finales.


El grado de fragmentación de la producción industrial es muy elevado y los intereses de cualquier país se diluyen a lo largo de extensas y complejas redes internacionales de producción y distribución. En un contexto de ralentización de la demanda agregada, encarecer las importaciones de productos intermedios no es una estrategia que aliente las expectativas de negocio y el ánimo inversor empresarial. La aversión al riesgo suele crecer con la incertidumbre. Y pocos se aventuran a predecir hoy hacia qué lado de la balanza dirigirá sus atenciones la Administración Trump.


Pero no hay que alejarse mucho para encontrar otros culpables de la debilidad económica. El deterioro en las tres principales economías del continente es palpable, incapaces de contrarrestar la menor contribución de los mercados de exportación. Ante tal envite, el Banco Central Europeo vuelve a acomodar su política, dejando para tiempos mejores la senda de la normalización monetaria.


Es precisamente en la persistencia de las condiciones favorables de financiación, donde encontrar la pócima que alivie las angustias de los socios comunitarios.


Es acuciante un impulso de demanda interna por parte de las economías menos endeudadas, pues el menor de los riesgos que afronta la Eurozona en este momento es el inflacionario. Llevan demasiado tiempo los principales arietes del conteniente desaprovechando los balones de gol suministrados por Draghi.


El empeoramiento de expectativas no es ajeno tampoco a la mayor fuente de inestabilidad en la región, como es el cansino y esperpéntico proceso de Brexit. En juego está en cómo acotar las consecuencias nocivas de un desgarrón doloroso del mercado único y prevenir un potencial efecto de desviación de comercio tras el divorcio. 


Ineludiblemente, cualquier escenario alternativo a la permanencia duradera del Reino Unido en una unión aduanera conllevaría una mayor inestabilidad y volatilidad en los mercados financieros.


La economía global frena y al ralentí sigue mostrando sus asimetrías. A ambos lados del océano, persisten muchos desequilibrios internos que la interdependencia económica internacional ha trasladado a lo largo del globo. No hay indicios de severa recesión a la vuelta de la esquina, aunque el ciclo actual parece haber madurado demasiado deprisa y la desaceleración del crecimiento es manifiesta.


Sin embargo, muchos de los citados elementos de riesgo podrían atenuarse con una mayor cooperación de carácter multilateral. Tiempo y margen de maniobra todavía existen para poder soportar serenamente tiempos borrascosos. Bueno sería que la coordinación entre políticas monetarias y fiscales finalmente hallara su punto de encuentro.


Pero el cambio de ciclo será más abrupto si aumenta la incertidumbre global y acaban materializándose algunos de los riesgos descritos. En dicho caso, el impacto adverso sobre la inversión empresarial y el empleo podría ser considerable. Las tentaciones de nacionalismo económico florecen cual zarzas y espinos a la vera de los viñedos. Algunos creen que protegen mejor de las agresiones del entorno pero sus frutos frecuentemente son escasos y mucho menos apetecibles.

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