martes, 19 de marzo de 2024
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Jesús González Pazos

​Alternativas a la crisis: Existe Islandia

Licenciado en Antropología y Etnología

La crisis sufrida en Islandia hace cuatro años se parece, en los primeros pasos dados por el Gobierno de entonces y por la reacción ciudadana, a la que se está sufriendo en gran parte del mundo capitalista. Pero la depuración de responsabilidades posterior y el proceso de participación ciudadana para la elaboración de una nueva Constitución han marcado una diferencia. Su ejemplo muestra que de la crisis es posible salir.

Es evidente que hay muchos países que no tienen casi ninguna importancia en la escena internacional, son mayoritariamente todos aquellos sin fuerza económica más allá de ser meros productores de materias primas al servicio de los mercados. Pensamos inmediatamente en la práctica totalidad de los países africanos, gran parte de asiáticos y americanos y algunos europeos. Casi todos son los que, comúnmente, conocemos como países empobrecidos. 


Bancos de islandia


Sin embargo, luego hay también algún país del que el sistema dominante quiere olvidarse por el mal ejemplo que supone y lo amenazador que para este puede ser su modelo propio. Podemos pensar en este último grupo, minoritario desgraciadamente, en países con cierto exotismo como Bután, que a muchas personas costaría ubicar en un mapa. Está considerado como el país más feliz del mundo en base a un gradiente que pretende poder medir la felicidad. Podemos también pensar en algún país de los llamados mares del sur, aquellos que imaginamos casi como paraísos.


Pero hay otros más cercanos, más visibles, y que en los últimos tiempos han surgido como una verdadera amenaza para el modelo dominante. De ahí el interés y los esfuerzos por ocultarlo, a través de su invisibilización o difamación continua en los medios de comunicación y por parte de la mayoría de la clase política tradicional. En este grupo, evidentemente, estarían varios países americanos que, después de décadas sometidos a los dictados del neoliberalismo, han ido rompiendo, en mayor o menor medida con esos postulados, y tanto en lo económico como en lo político, definen hoy nuevos modelos alternativos. Pero todavía más cerca, también tenemos algunos ejemplos de este tipo, y es lo que ahora nos interesa. Nos referimos a Islandia.


A partir del año 2008 Islandia sufre los golpes más fuertes de la crisis que se declara en Europa y Norteamérica.


Crisis que algunos querían entender como coyuntural y, por lo tanto pasajera, con unos leves ajustes y reequilibrios que se hicieran. Precisamente el tiempo y otros factores demostraron su carácter estructural en el sistema capitalista. 


Islandia amanece en buen día habiendo pasado de ser uno de los países con uno de los más altos índices de desarrollo humano a estar en la crisis más profunda. 


Se rompe el sueño del estado del bienestar nórdico y se entra en la pesadilla del neoliberalismo más duro. La moneda se desploma, la actividad bursátil se suspende, los bancos quiebran y el país prácticamente se tiene que declarar en bancarrota. Como respuesta a esta situación, durante ese año y el siguiente, las protestas de la población se suceden e incrementan hasta conseguir la dimisión de todo el Gobierno en pleno y la convocatoria de las consiguientes elecciones. Hasta aquí todo más o menos normal y dentro de la sucesión de acontecimientos que se da en otros países: crisis brutal, quiebra del Estado, protestas ciudadanas y cambios controlados de gobiernos que se suceden sin poner en cuestión el modelo, de tal forma que los llamados mercados siguen dominando la escena económico y política.


Sin embargo, a partir de ese punto Islandia va a romper con esta tónica dominante y toma un camino propio de exigencia de responsabilidades a las élites financieras y políticas del país y de salida de la crisis sin ajustarse a los postulados neoliberales que, tras unos primeros momentos de debilidad (2008-2009), empiezan nuevamente a dominar la escena europea y dictar las medidas de ajuste estructural más duras. Medidas que sufren especialmente las poblaciones de países como Portugal, Irlanda, Grecia y, hoy en día, ya el Estado italiano y, sobremanera, el español.


Para entonces, Gran Bretaña y Holanda, protegiendo sus intereses económicos, exigirán al Gobierno islandés el pago de la deuda contraída por las élites financieras, lo que supondría agravar el endeudamiento de todas la población islandesa, ya que ese pago repercutiría en la ciudadanía. Ante ello, las protestas aumentan y exigen la celebración de un referéndum, por el que el 93% de la población dice no a asumir ese pago de deuda; la población no se siente responsable de la misma. En paralelo, el nuevo Gobierno se ve obligado a iniciar una investigación profunda sobre las causas y responsables de la crisis y se producen detenciones y encarcelamientos de algunos banqueros y altos ejecutivos; otros, ante la amenaza de tener que responder de sus actuaciones, huyen del país.


El último paso en este proceso es la decisión soberana de elegir una asamblea para la redacción de una nueva Constitución política para el país, que recoja, entre otras, las lecciones aprendidas de la crisis y, por lo tanto, establezca un mejor control de las actividades especulativas y de las élites bancarias y políticas. Esta redacción de nueva Constitución se realiza mediante el trabajo de 25 ciudadanos y ciudadanas elegidos y encargados de ello y a través de lo discutido y aprobado en diferentes asambleas que se realizan desde el año 2011 en todo el país. 


La nueva Constitución política del Estado deberá ser aprobada por el actual legislativo y el resultante de las próximas elecciones.


En un resumen rápido se puede señalar que en Islandia, ante una crisis no causada por su ciudadanía, es esta la que toma las riendas de la situación y fuerza la dimisión en pleno del Gobierno por considerarlo responsable político de los desmanes de las élites bancarias y financieras. Parte de esta élite será detenida y encarcelada para su enjuiciamiento respecto a sus responsabilidades y otra parte huye del país para no asumir esas mismas responsabilidades; la Banca es nacionalizada y se recurre al referéndum sobre decisiones económicas cruciales, como ejercicio real de la democracia participativa; por último, y también en línea con lo anterior, se redactará una nueva Constitución política del Estado bajo control ciudadano. 


Todo lo anterior empieza a dar sus frutos e Islandia se considera hoy ya en el camino de salida de la actual crisis económica y política.


El ocultamiento de este proceso por parte de la clase política y económica tradicional del Estado español, así como por la mayoría de los medios de comunicación, encuentra su razón de ser en el hecho de que la ciudadanía de Islandia no solo plantea teóricamente, sino que demuestra en la práctica que hay alternativas posibles al modelo de recortes sociales, laborales y políticos que se están operando por parte de las clases económicas dominantes y sus administradores políticos. Y esas alternativas, entre otras muchas, pasan por exigir responsabilidades a quienes las tienen, por transformar el modelo dominante, no mediante la total sumisión del Estado a los poderes económicos, sino mediante justo el proceso contrario. También a través de la mayor presencia del Estado, pero no en procesos recentralizadores, sino mediante nacionalizaciones de sectores estratégicos para que los beneficios estén al servicio de las mayorías y no de una minoría cada día más enriquecida. Y mediante una real democracia participativa de la población, con un ejercicio verdadero de la máxima de todos los derechos para todos y todas, y donde estos, la población, realmente controle a la clase política y económica. Son algunas posibles alternativas porque lo otro, lo dominante hoy, ya lo conocemos y no nos gusta porque es injusto para la mayoría.



Jesus González Pazos es licenciado en Antropología y Etnología. Especialista Universitario en Derechos Humanos y postgrado en Movimientos Sociales de América Latina. Responsable del Área de Pueblos Indígenas de la organización de solidaridad internacional Mugarik Gabe.

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