sábado, 27 de abril de 2024
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Javier Larraz

​Proteccionismo: alerta de mar de fondo en el comercio mundial

Director de Negocio Internacional de Axesor

La mar de fondo se debe a fuertes borrascas que se generan en determinados lugares, creando trenes de olas de gran altura y energía, que se desplazan largas distancias y terminan generando un gran oleaje en puntos muy lejanos a su lugar de origen. Pues bien, sin duda, el pulso constante entre la Administración Trump y China a cuenta de los aranceles comerciales ha despertado la alerta de mar de fondo en el comercio mundial. La nueva oleada de proteccionismo impulsada por el presidente estadounidense ha encendido las alarmas en multitud de instituciones públicas. Con cierto tinte dramático, el FMI ha advertido de que el proteccionismo puede “desgarrar” el comercio multilateral justo en un momento en el que está atravesando una etapa dorada.


Make America Great Again


El BCE también ha apuntado que el proteccionismo es parcialmente responsable de la “moderación económica” que está experimentado la eurozona. Bruselas ha hecho una llamada urgente a impedir que el proteccionismo se convierta en “la nueva normalidad”. El ministro español de Economía, Román Escolano, ha tildado el proteccionismo de “error histórico”. La preocupación es tal que un grupo de más de 1.000 economistas, incluyendo a 14 premios Nobel, han hecho pública una carta dirigida al presidente Trump en la que le piden que no cometa los mismos errores que en 1930 agravaron la profunda crisis económica que entonces sufría el país; en ese momento se aprobó la Tariff Act o ley Hawley-Smoot (1930),que impuso unilateralmente un gravamen a los productos importados y desembocó en una enorme contracción del comercio mundial, con consecuencias fatales para los productores norteamericanos. Desde Axesor, también identificamos el proteccionismo como una de las grandes amenazas para la economía española, que precisamente está superando la grave crisis de 2008, apoyándose, entre otras cosas, en la pujanza del sector exterior. Pero ¿Cuál es el origen de las aguas revueltas del sector comercial?


AMERICA FIRST


En su discurso de investidura como el presidente número 45 de EE.UU., Donald Trump anunció que toda su política comercial se basaría en el principio de America First (Primero, América), un paso más allá de su conocido eslogan electoral Make America Great Again (Hacer a América Grande Otra Vez). En términos comerciales, esto significa que Trump considera que el déficit comercial que EE. UU. sostiene con el mundo, particularmente con China, debilita a la economía americana, la hace vulnerable y debe ser rápidamente corregido. De acuerdo con el Departamento de Comercio, EE UU exportó en 2017 mercancías por valor de 1,55 billones de dólares, mientras que importó bienes por valor de 2,36 billones de dólares (en ambos casos sin incluir el sector servicios). Y Trump señala a China como el principal (pero no el único) culpable de esta situación. De ahí los aranceles impuestos al acero y al aluminio chinos el pasado mes de marzo y a los que Pekín ya ha respondido con nuevas tasas arancelarias, especialmente sobre productos agrícolas americanos.


Y Europa se ha librado de las iras de Trump solo temporalmente. Washington también aspira a que la UE reduzca su superávit comercial con EE.UU., reduciendo entre otras cosas los aranceles a la industria del automóvil. 


Y la Administración norteamericana considera que la mejor manera de convencer a los reluctantes europeos es bajo la amenaza arancelaria. Sin embargo, hasta la fecha, la respuesta de Bruselas va en la línea similar a la de Pekín: se prepara una lista de productos americanos a los que aplicar gravámenes y se plantea denunciar a EE.UU. ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). Y mientras, la Administración Trump planea otra ronda de impuestos apuntando esta vez hacia la tecnología china, en un intento por frenar el ímpetu del dragón asiático, que en los últimos años ha acometido una profunda reconversión industrial. China quiere alejarse del modelo de gran fábrica mundial de bajo coste y apuesta ahora por productos de alto valor añadido, lo que lógicamente despierta una gran inquietud entre los americanos. Por supuesto, China ya ha respondido que no tiene miedo a una guerra comercial (en la que en realidad ambos tienen mucho que perder, puesto que el nivel de intercambio entre ambos gigantes es enorme) y que dará una respuesta contundente, en caso de que Trump cumpla sus amenazas.


A TRUMP NO LE GUSTAN LOS ACUERDOS MULTILATERALES


Además, en paralelo, EE.UU. también está intentando reescribir la letra del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con México y Canadá, aunque en esta ocasión enseñando más la zanahoria (los dos países están excluidos temporalmente de la política de aumento de aranceles…), pero sin dejar de mostrar el palo (todo dependerá del resultado de la renegociación del TLCAN).


El presidente norteamericano ha dejado claro que no le gustan nada los acuerdos multilaterales.


“No son beneficiosos” para los trabajadores estadounidenses, ha afirmado en reiteradas ocasiones. Esa es la razón por la que nada más asumir la presidencia, Trump retiró a EE.UU. del TTP (Tratado de Asociación Transpacífico), que incluye a países como México, Chile y Perú. Siguiendo con esta estrategia, Trump ha desairado a sus vecinos del sur, declinando asistir a la Cumbre de las Américas, celebrada recientemente en Lima. Pero al mismo tiempo, el Ejecutivo norteamericano ha señalado a Brasil y a Argentina como dos aliados estratégicos, excluyéndoles del anunciado incremento de aranceles. Por otro lado, EE.UU. comienza a ver con inquietud cómo los portazos de Trump a América Latina están siendo aprovechados por China para incrementar su influencia en la región y busca ahora fórmulas para parar los pies al gigante oriental. En definitiva, otro nuevo frente abierto en las procelosas aguas del comercio internacional.


Todo este oleaje generado desde Washington tiene unas repercusiones negativas que amenazan con amargar el momento dulce que vive el comercio mundial.


Y es que, por primera vez desde el inicio de la Gran Recesión, el comercio mundial está creciendo más que el PIB global. De acuerdo con los datos de la OMC, el volumen de mercancías registró en 2017 el mayor crecimiento de los últimos seis años, con una expansión del 4,7%. Este año, la cifra prevista será algo inferior, un 4,4%, pero en todo caso se mantiene un ritmo robusto y está claramente por encima de la previsión de crecimiento de la economía mundial, que el consenso de previsiones sitúa próximo al 4%. Sin embargo, la propia OMC recuerda que todo está a expensas de cómo evolucione la escalada de tensión entre los grandes bloques del mundo.


Que el comercio mundial crezca con fuerza es muy buena noticia y lo es por varias razones. En primer lugar, desde Axesor pensamos que conduce a un mundo más eficiente, ya que los países tienden a especializarse en aquellos productos donde tienen mayor ventaja competitiva, lográndose así, una mayor producción, más empleo y más riqueza. En segundo término y en la misma línea, impulsa un aumento de la competencia internacional, que debería conducir a menores precios y una mayor calidad en los productos. Por otra parte, el comercio entre países permite una mayor variedad y cantidad de bienes y servicios para los consumidores.


EL LIBRE COMERCIO ESENCIAL PARA ESPAÑA


Más allá de que es obvio que el proteccionismo no fomenta la competitividad, este tipo de medidas pueden paradójicamente terminar perjudicando a aquellos a los que se busca beneficiar. Por ejemplo, el sector primario puede ver incrementados los costes de sus bienes de equipo (los importados se vuelven más caros y los nacionales no tienen por qué ser necesariamente más baratos), lo que repercute negativamente en sus márgenes, y, al mismo tiempo, se encuentra con que sus productos tienen una salida más difícil fuera del mercado doméstico.


En resumidas cuentas, una escalada proteccionista podría terminar desembocando en crecimientos más débiles, tanto en Asia como en América. 


Y el hecho es que EE.UU. y China, los dos grandes protagonistas de las turbulencias que afectan al comercio mundial, se están convirtiendo en destinos cada vez más importantes de los productos españoles. La buena salud del sector exterior español se ha convertido en una pieza vital para las expectativas económicas de nuestro país. Si en 2007, en los albores de la Gran Recesión, el peso de las exportaciones de bienes y servicios en la economía española era del 25,7%, en el cuarto trimestre de 2017, la representatividad alcanzó el 33,9% del PIB, superando por primera vez los 100.000 millones de Euros en ventas exteriores en un trimestre. Por lo tanto, es esencial para que España pueda mantener su dinamismo, que la exhibición de voces altisonantes entre China y EE. UU. se sosiegue, dando paso a la vía de la negociación, y que las aguas vuelvan a calmarse en el comercio mundial.

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