"Menos mal que nos queda Portugal", proclamaba con reconocimiento y bastante coña "Siniestro total", en 1984. Sin embargo, seguimos ignorándonos, a pesar de la vecindad, los intereses comunes y, sobre todo, los fenómenos que de uno y otro lado de la frontera nos hermanan. Y, aunque la mediocracia se empeñe en trazar una línea divisoria entre ellos y nosotros, entre intervenidos de derecho y de hecho, mirarse en Portugal es mirarnos a nosotros mismos.
Sin ir más lejos, en el ámbito de las pensiones, la edad legal de jubilación en Portugal, con 15 años de cotización, son 65 años y aquí, tras la reforma de Zapatero, 67. A partir de los 55 y con 30 años de cotización, se puede obtener la jubilación, con una reducción del 0,5% de la pensión. Y con 40 años de cotización se puede acceder a la jubilación con cualquier edad.
Al filo de las últimas reformas, el importe de la pensión se ajusta según el cociente entre la esperanza de vida a los 65 años en 2006 y la esperanza de vida a esa misma edad del año anterior a la jubilación. Esto supone de hecho una reducción del 1,65% de las nuevas pensiones, a partir de 2010. La alternativa para evitar el recorte es trabajar más meses, en función del período contributivo.