La crisis de las pensiones han llegado, pero no por donde vaticinaban los agoreros neoliberales, por las pensiones públicas, sino por el lado contrario: por los fondos de capitalización privados. Hace ya dos años, se confirmó el hundimiento en todo el mundo de las pensiones privadas, que prometieron grandes beneficios y, en muchos casos, no han conseguido ni mantener las prestaciones.
Entre 1995 y 2000, los fondos privados tuvieron un auge excepcional: pasaron de gestionar 4,9 billones de euros a 11,5 -el 27% del PIB mundial-y en España, al calor de un intenso bombardeo propagandístico de los bancos, de 13.000 a 38.000 millones de euros. En 2008, esta ingente masa de capital perdió a escala global el 18,3% de su valor. En el Reino Unido, que sigue por debajo del nivel del 2000, la caída fue del 37%, en Canadá del 27%, en EE.UU del 20% y en España -donde solo en el primer trimestre de aquel año se evaporaron 2.696 millones- del 9%. Ligadas a la evolución de la bolsa, las pensiones privadas comenzaron a hundirse con la crisis financiera internacional.
En EE.UU, que cuenta con más de la mitad de los fondos mundiales, la crisis se manifiesta de manera virulenta. Por ejemplo, en el Estado de Illinois, incluso en el quimérico caso de que sus fondos privados lograran retornos del 8% anual, solo podría aguantar como mucho hasta 2018. CalSTRS, el fondo de los profesores de California, séptimo del mundo, tiene un agujero de 43.000 millones. En al menos 31 de los Estados de la Unión existe un alto riesgo de que los fondos de pensiones privados se queden pronto sin dinero para pagar las pensiones prometidas.
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