jueves, 28 de marzo de 2024
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Redacción

La ética en la economía sumergida

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Antonio Argandoña. Profesor de Economía, Cátedra "la Caixa" de Responsabilidad Social de la Empresa y Gobierno Corporativo, IESE Business School

La economía sumergida es un ejemplo de cómo, además de los efectos esperados, nuestras acciones pueden tener efectos no deseados; o de por qué el largo plazo puede ser muy distinto de lo que prevemos en el corto plazo; o de que lo que parece bueno para alguien puede no serlo para los demás y para él.


La economía sumergida se presenta como una solución para los problemas de una persona (por ejemplo, un parado que necesita un puesto de trabajo) o de una empresa (que busca trabajadores baratos, saltándose la legislación fiscal y laboral vigente, sea como solución transitoria, durante una etapa difícil, sea como solución permanente). Algunas empresas la ven como una necesidad (no puedo hacer otra cosa) o un mal menor, otras como una estrategia para salir adelante en los negocios; a la larga, acaba siendo siempre un problema grave, aunque no lo quieran reconocer o aunque se escuden detrás del "que me quiten lo bailado". Para la sociedad es siempre un coste económico, social y moral importante, pero es difícil erradicarlo, también porque la economía sumergida suscita lealtades entre sus beneficiarios, así como entre políticos y gobernantes.

En este artículo no voy a definir qué es la economía sumergida o la economía subterránea, informal, ilegal, paralela, no observada, gris, etc. Tampoco discutiré sus causas ni sus consecuencias económicas. Mi punto de vista será el de la ética: trato de dar respuesta a preguntas como: ¿Es moralmente aceptable que una empresa lleve a cabo prácticas de economía sumergida, bien de modo permanente, bien ocasionalmente, ante un entorno económico adverso? Y, ¿Son válidos los argumentos que suelen darse para justificar la economía sumergida? Pero ya desde ahora quiero aclarar que el juicio ético no va a estar separado de la valoración económica, política y social, porque la ética no se trata de algo añadido a esas otras facetas de la vida, sino que forma parte de ellas "desde dentro".

La economía sumergida suele presentarse en tres ámbitos: 1) fiscal: por ejemplo, no declarar actividades o situaciones que deberían dar lugar al devengo de un impuesto; 2) laboral: el empleo de trabajadores no dados de alta a efectos de las cotizaciones sociales, incluyendo los declarados con un salario menor o una categoría inferior a la que efectivamente ostentan, los inmigrantes en situación irregular, los jubilados que siguen trabajando, y todos aquellos cuya situación laboral oficial no corresponde con la real (empleados por cuenta ajena que figuran como autónomos, autónomos que trabajan efectivamente por cuenta ajena, etc.); 3) regulatorio: el incumplimiento de normas, referentes, por ejemplo, a la higiene y seguridad en el trabajo, la calidad de los productos, las condiciones de producción y transporte, la localización de actividades productivas, etc., con el fin más o menos manifiesto de reducir los costes y aumentar los beneficios de la empresa.

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