Se estima que más de una quinta parte de la actividad económica europea, en concreto un 22,1% por cada Estado miembro, discurre bajo la línea de flotación fiscal. El total 3,55 billones de dólares, el tamaño de toda la economía de Alemania. Se calcula que el fisco italiano deja de ingresar unos 180.000 millones de euros anuales, un 27% del PIB. La hacienda germana solo 160.000, lo mismo que la francesa en porcentaje. La evasión fiscal supone, en fin, un coste de unos 2.000 euros para cada europeo; supera el gasto sanitario total de los Estados de la UE, y es cuatro veces más elevada que su inversión en educación.
En contra de la percepción general, no es en los países del sur de Europa donde más se defrauda, sino los de la Europa central y del Este, con una media del 31% del PIB debido sobre todo, dice el Instituto de la Economía Alemania de Colonia, a la corrupción, la liberalidad económica y la falta de fiabilidad de las instituciones estatales. "Se observa -dice el Instituto- que, a mayor nivel de corrupción, aumenta la proporción de actividades sumergidas, mientras que a mayor grado de libertades económicas disminuye la parte no declarada".
En el período 1991-2001, el mayor nivel de economía sumergida correspondía a Rusia con un 45%, seguida por Bulgaria, Letonia, Estonia y Lituania con cifras cercanas al 40%. Hungría se situaba en el 31%, Rumania en un 27% y otros países, como Polonia, República Checa y la Eslovaquia estaban muy cerca del promedio europeo
En Europa trabajan ocho millones de clandestinos
Apenas existen datos sobre el trabajo sumergido en Europa. La evaluación más aproximada a esta realidad lo ofrece el Eurobarómetro de 2007 que cifraba el fenómeno en el 5% del empleo, que suponía casi once millones de trabajadores. Hoy ese porcentaje se aleja mucho de la realidad que es mucho más cruda porque, además del incremento del paro, la crisis ha incrementado drásticamente el número de personas que trabajan en la sombra. Es decir, los que mantienen una relación laboral estable sin contrato, los que figuran como cotizantes por menos tiempo del que realmente trabajan o los que compatibilizan el desempleo con pequeños trabajos.
En este campo del trabajo sumergido, son los daneses, con un 18% de empleo oculto, los que oficialmente se llevan la palma del fraude. En el polo opuesto, los chipriotas con un 1% y los malteses, con un 2%, son los más cumplidores. España, con un 3% destaca por su aparente buen comportamiento. Porque todo esto, claro, depende las respuestas a las encuestas, que en muchos casos resultan falsas. Cosa que podría ratificar el caso de países como Holanda, Suecia y Austria, con realidades laborales más bien solventes, que se sitúan en el pelotón de Dinamarca. Aunque también hay excepciones, como las de Inglaterra, Alemania o Finlandia que se ubican en el grupo encabezado por Chipre. Datos, en fin, poco creíbles.
Los analistas coinciden en que el empleo oculto se multiplica en el ámbito de los falsos autónomos, un modelo que permite eludir el pago de impuestos, cotizaciones a la Seguridad Social y otras obligaciones laborales y que, desbordando las fronteras nacionales, se está convirtiendo en un problema paneuropeo. Pero son sobre todo son los emigrantes quienes más sufren la explotación del empleo sumergido. Se calcula que el número de trabajadores emigrantes ilegales en la Unión Europea podría superar los ocho millones.