El jefe de la expedición de antropólogos estadounidenses no podía creerse lo que estaba pasando. Era el año de 1960, tras estar buscando recursos durante años, tras una preparación logística de meses, la expedición estaba paralizada junto a un caudaloso río, en medio de la densa espesura de la selva de Nueva Guinea porque no tenían suficientes conchas para pagar a los indígenas.
Sus dólares no valían nada frente a la moneda más antigua del mundo: las conchas de caurí o cipreas. Era evidente que los parámetros culturales de esos dos grupos sociales, los antropólogos occidentales y los indígenas de Nueva Guinea, eran tan diferentes que había una absoluta disparidad entre lo que cada cultura había convenido que era el dinero.
El dinero, entendido como cualquier cosa que los miembros de una comunidad estén dispuestos a aceptar como pago de bienes y deudas, ha tenido múltiples formas antes del surgimiento de las monedas, billetes y notaciones contables informáticas, a las que estamos acostumbrados.
Los porteadores de la primitiva tribu de los Asmat, cuya estructura social es asimilable a la de nuestros ancestros de la Edad de Piedra, se negaban a seguir guiando a aquellos pálidos y sudorosos expedicionarios debido a que no tenían más conchas de caracoles marinos con los que pagarles. Durante miles de años esas conchas de aspecto suave y brillante, como la porcelana, hicieron posible que millones de personas en todo el planeta intercambiaran todo tipo de bienes y productos.
El caurí fue la primera moneda mundial de la humanidad. En su periodo de máximo esplendor el área de utilización de las cipreas abarcó todas las costas que baña el océano Índico, y parte importante de las tierras e islas situadas en el Pacifico occidental incluyendo China, Australia y las islas de la Polinesia. El hallazgo de cientos de ejemplares en las tumbas de la dinastía Shang (1.766-1.046 a.C.), confirma su uso desde hace al menos cuatro mil años.
El dinero es una convención social, que ha permitido el desarrollo de sociedades cada vez más complejas e interrelacionadas. Pero la cuestión más relevante es: ¿Quién tiene el poder de crear el dinero?
El dinero es una convención social
El dinero es una convención social, que ha permitido el desarrollo de sociedades cada vez más complejas e interrelacionadas. Pero la cuestión más relevante es: ¿Quién tiene el poder de crear el dinero? A lo largo de la Historia ello ha dependido de la primacía que cada sociedad ha otorgado a dos características básicas y, en cierto modo, antitéticas del dinero: su disponibilidad y su seguridad.
La sociedad británica del siglo XVIII, inmersa en la tarea de expandir el capitalismo por todo el orbe, hizo que minusvalorara el valor de la seguridad en el proceso de creación de dinero y, como consecuencia de ello, se produjo una fuerte liberalización de la creación de dinero por parte de los bancos privados, frente al anterior monopolio real. Sin embargo, las sucesivas crisis bancarias en el Reino Unido durante la primera mitad del siglo XIX determinaron que fueran los propios políticos liberales quienes volvieran a dejar la creación del dinero bajo un monopolio: el Banco de Inglaterra. Durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX fue una institución privada, pero bajo estrecho seguimiento del gobierno, aunque finalmente el Banco de Inglaterra fue nacionalizado en 1946.
El moderno monopolio en la creación de monedas y billetes por parte de los Bancos Centrales no surge, por tanto, como una apropiación del Estado de una iniciativa privada, sino como la respuesta del Estado a un deficiente funcionamiento de la iniciativa privada que causaba crisis cíclicas. Esto sucedió también en EE.UU. a principios del siglo XX, cuando se constituyó la Reserva Federal como una demanda de los grandes industriales y financieros para garantizar sus capitales y negocios, frente a la continua orgía de quiebras de pequeños y medianos bancos del Oeste de EE.UU.
La crisis financiera de 2007 fue ocasionada por una excesiva emisión de dinero por parte de agentes privados, en el marco de una creciente complejidad y globalización de los mercados, que puso en jaque a gran parte de la actividad económica de todo el planeta.
Resulta palmario que no es neutral, en términos de satisfacción de las necesidades humanas y en términos redistributivos, que el dinero sea creado por la iniciativa privada o por la pública.
El dinero bancario (créditos) se crea tan solo para aquellos individuos, empresas u organismos públicos que los bancos consideran solventes, lo que empobrece aún más, en términos relativos, a los que no son considerados como tales. Las crisis financieras se producen cuando los criterios de solvencia se relajan tanto, con objetivo de obtener mayores beneficios, de forma que los bancos empiezan a fabricar dinero malo (créditos de dudoso retorno) en grandes cantidades. Los bancos se comportan, en muchos casos, como niños malcriados: los beneficios de crear dinero son inmediatos para ellos mientras que los costes de la creación de dinero malo son a largo plazo, y habitualmente los pagan otros.
El único límite a la creación de dinero ficticio por parte de los bancos y otros agentes privados siempre se produce a posteriori, mediante una crisis destructora del dinero basura que se ha generado. Desigualdad e inestabilidad macroeconómica son, por tanto, consustanciales a los procesos de creación absolutamente desregulada de dinero privado (incluidas las acciones).
La situación actual sigue caracterizada por una fuerte desregulación que sigue permitiendo que los bancos y otros agentes privados tengan una enorme libertad de creación de dinero
La situación actual sigue caracterizada por una fuerte desregulación que sigue permitiendo que los bancos y otros agentes privados tengan una enorme libertad de creación de dinero, cuyo ejemplo extremo es el bitcoin y otras monedas virtuales similares.
De la capacidad de poner en funcionamiento instituciones financieras globales, capaces de regular la creación de diferentes tipos de dinero en el conjunto del planeta (o en amplias áreas geográfico-económicas), dependerá que la globalización financiera y comercial sea más inclusiva y sostenible. En caso contrario nos adentraremos en una sucesión de burbujas especulativas que empobrecerán cada vez más a la parte más débil de la sociedad.