jueves, 28 de marzo de 2024
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Aleix Gregori

Monedas virtuales y dinero: algunas reflexiones acerca del futuro de los sistemas monetarios

Profesor de Economía de la Universitat Abat Oliba CEU


En estos últimos años hemos asistido al nacimiento y a la proliferación de las llamadas criptomonedas, neologismo que se usa comúnmente para referirse a lo que podríamos denominar de forma más usual como "monedas virtuales". 


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Se trata de monedas que, a diferencia de aquellas a las que estamos acostumbrados en el quehacer diario, no tienen un soporte físico sino que existen en forma de bits computacionales y cuyo emisor -y aquí está su característica disruptiva fundamental- no es una entidad legalmente reconocida para la emisión de dinero de curso legal. Algunas de estas monedas quedan circunscritas a las comunidades virtuales que las han creado -como puede ser el caso de algunos clubs de juego online- pero están proliferando aquellas que pueden ser usadas también para realizar transacciones fuera de la comunidad virtual, la más popular de las cuales es el Bitcoin. 


Es precisamente este último tipo de monedas virtuales el que ha llamado la atención de los medios recientemente y el queestá también en el punto de mira de las autoridades monetarias. El bitcoin es una moneda virtual que se basa en una tecnología denominada Blockchain, que asegura que una misma moneda solo pueda ser usada una vez en cada transacción. Esas transacciones se almacenan en una red distribuida entre los distintos usuarios, red cuyos "guardianes" -conocidos como mineros- son recompensados con bitcoins adicionales, remuneración que crece a una tasa decreciente previamente establecida, lo que implica que la oferta de bitcoins está limitad. En concreto, nunca alcanzará los 21 millones de monedas. A la estela de los bitcoins han aparecido otras monedas virtuales de este tipo, en muchos casos como instrumento de financiación empresarial: las denominadas Initial Coin Offering (ICO).


Esta dinámica nos lleva a plantearnos si estas monedas virtuales pueden llegar a ser el dinero del futuro. Hay varias consideraciones a hacer con relación a esta cuestión, pero una valoración inicial de las ventajas e inconvenientes de la generalización del uso de ese tipo de monedas virtuales para las transacciones habituales nos debería llevar a ser escépticos respecto al alcance potencial de las mismas para ser usadas como dinero en las economías avanzadas. Y aquí el problema no está tanto en el hecho de que el emisor de esas monedas no sea una institución financiera reconocida sino más bien en la propia funcionalidad de estas monedas como medio de cambio, esto es, como dinero.



El Bitcoin es una moneda virtual que se basa en una tecnología denominada Blockchain, que asegura que una misma moneda solo pueda ser usada una vez en cada transacción



La confianza es fundamental


El dinero es simplemente algo que usamos para comprar y vender productos, evitando así las desventajas del intercambio directo o trueque. En este sentido, cualquier objeto fácil de transportar podría ser empleado como dinero. De hecho, históricamente se han usado metales preciosos con ese fin, fundamentalmente oro y plata. Esta es una forma de dinero mercancía, ya que tiene valor en sí mismo. Sin embargo, el dinero que hay en circulación en las economías modernas es dinero fiduciario, esto es, no tiene valor intrínseco -se trata de un trozo de papel o de metal sin valor alguno-; su valor reside en la confianza que otros van a aceptar esos objetos a cambio de los productos que queramos adquirir. 


El hecho de que los euros que usamos habitualmente tengan el estatus de dinero legal ayuda, pero no es una condición suficiente ni tampoco necesaria para que esos billetes y monedas sean aceptados a cambio de algo. Por lo demás, el uso de papeles sin valor intrínseco para realizar intercambios es una convención social como conducir por la derecha (o la izquierda) o vestir de oscuro cuando se está de luto. Pueden regularse o no, pero su efectividad se basa en el acuerdo. 


De ahí que la confianza sea un elemento fundamental cuando el dinero es fiduciario: si esta desaparece entonces esos objetos que hoy usamos como dinero sencillamente no sirven para nada. De todos modos, tenga valor en sí mismo o no, el dinero es un instrumento que sirve como medio de cambio en una economía. Esa es su función fundamental pero no la única; hay otras dos funciones que se derivan de algún mondo de aquella aunque no por ello son de menor importancia. En primer lugar, el dinero es la unidad de cuenta de la economía; es aquella unidad de medida que usamos para hacernos una idea del valor de aquello que tenemos, de lo que debemos y para saber si algo es relativamente caro o barato. En segundo lugar, el dinero es un depósito de valor; nos puede servir para comprar cosas en el futuro, no solamente hoy.



El hecho de que los euros tengan el estatus de dinero legal ayuda, pero no es una condición suficiente ni tampoco necesaria para que esos billetes y monedas sean aceptados a cambio de algo



La cuestión aquí es como encajan las nuevas monedas virtuales en este esquema de dinero fiduciario que caracteriza los sistemas monetarios en nuestras economías. Hoy por hoy, podemos argumentar que las monedas virtuales -y en particular el Bitcoin- funcionan, en el mejor de los casos, como dinero paralelo. Son medios de cambio aceptados para realizar transacciones en ciertos ámbitos del comercio electrónico -aunque también y en menor medida del comercio tradicional- al margen del dinero de curso legal.


Así, esas monedas virtuales coexisten con las divisas de cada país,con la ventaja añadida de ser globales. Como hemos señalado, el hecho de que una moneda cuente con el respaldo de las autoridades monetarias no implica que esa deba ser necesariamente la que los usuarios acepten, ni tampoco la única que acepten. Y eso vale para cualquier forma de dinero. Supongamos que en nuestra comunidad de vecinos nos ponemos todos de acuerdo para usar cigarrillos, en lugar de euros, para realizar intercambios cuando convenga. En este caso, el cigarrillo tendría la función de dinero dentro de nuestra comunidad, al margen del euro. Con este ejemplo solo pretendo poner de relieve que distintos tipos y formas de dinero son posibles siempre que se usen como medio de cambio, más allá del dinero "legal". Y también que, en este sentido, las monedas virtuales no constituyen ninguna novedad. 


De hecho, no he escogido los cigarrillos al azar sino porque su uso como dinero mercancía ha sido documentado en campos de prisioneros de guerra. La diferencia ahora está en el alcance, ya que la comunidad de potenciales usuarios de las monedas virtuales se extiende a escala global. Otra diferencia, en el caso de los cigarrillos, es que estos tienen valor en sí mismos -se pueden fumar- mientras que los Bitcoins y demás monedas serían dinero fiduciario alegal, ya que en realidad son meras unidades de información almacenadas en un ordenador. Éste es un elemento a tener en cuenta como se verá. 


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Existen, sin embargo, casos en los que el dinero paralelo no ha sido dinero mercancía. Algunos recordarán el "patacón" argentino: ante la falta de liquidez durante la crisis de 2001 que derivó en el "corralito", las autoridades locales de Buenos Aires decidieron emitir bonos "patacón" que durante un tiempo fueron usados por muchos ciudadanos como dinero paralelo al peso argentino. 


Por tanto, el dinero paralelo puede ser también dinero carente de valor intrínseco y basarse su uso fundamentalmente en la confianza de los usuarios. Ese sería esencialmente el caso de las monedas virtuales. Digo esencialmente porque algunos economistas han argumentado que monedas como el bitcoin, dada la limitación de su oferta, comparten también ciertos rasgos del dinero mercancía. Pero ello no debe ser óbice para recordar que detrás del símbolo de esas monedas solo hay bits.


Japón promueve el uso de Bitcoins


Un primer elemento que me hace dudar de la viabilidad de las monedas virtuales como dinero es que el dinero paralelo solo ha tenido una penetración importante en circunstancias excepcionales de crisis económica, social e institucional, así como en las condiciones extremas a las que me he referido anteriormente, los campos de prisioneros. En otro caso, existen pocos incentivos para que los ciudadanos abandonen el uso de la moneda de curso legal y la sustituyan por otras formas dinerarias. De hecho, el Bitcoin apenas es aceptado en un centenar de comercios en grandes aglomeraciones urbanas como Madrid o París. Los consumidores encuentran pocas ventajas -por no decir ninguna- en el hecho de empezar a usar la moneda, mientras que existen ciertos costes de entrada (descarga de aplicaciones, comprensión del instrumento, etc). 


Por ahora, el uso del Bitcoin y de otras monedas virtuales como una forma dinero es residual en la mayoría de economías, por lo que no pueden ser considerados como medios de pago generalmente aceptados. De hecho, el incremento de su uso al margen de cualquier recomendación gubernamental no sería precisamente una buena señal. El único país que ha promovido el uso de Bitcoins para tratar de generalizarlo entre los usuarios es Japón, donde las autoridades han reconocido esa moneda como medio de pago, siendo aceptada ya en un número importante de comercios. No es irrelevante precisar aquí que los japoneses están a la cabeza de los inversores en esta moneda. Pero el país nipón constituye una excepción y en la mayoría de economías no cabe hablar de las monedas virtuales como dinero a nivel de toda la economía, ya que su uso se limita a ciertos ámbitos.


Cabe plantear, sin embargo, la posibilidad hipotética de que los consumidores empezaran a usar este tipo de monedas virtuales de forma general y que todos los comercios las aceptaran como medio de pago para realizar transacciones. Aquí surgiría otra problemática derivada de la emisión descentralizada de estas monedas. Si fueran múltiples las monedas virtuales en circulación, diferentes usuarios podrían usar distintas monedas, cada una de ellas con un valor que dependería de su escasez relativa. Si este fenómeno se generalizara a toda la economía, el dinero perdería su utilidad como unidad de cuenta, ya que existirían múltiples medidas en función de la moneda usada.



El hecho de que una moneda cuente con el respaldo de las autoridades monetarias no implica que esa deba ser necesariamente la que los usuarios acepten, ni tampoco la única que acepten



Su uso como medio de pago es modesto


Aunque su uso como medio de pago es por ahora muy modesto, el éxito actual de monedas virtuales como el Bitcoin se debe sobre todo a su uso como instrumento de inversión. La cotización del Bitcoin en relación con el euro ha alcanzado cotas récord en los últimos meses debido a que algunos inversores lo han considerado un valor refugio. 


La limitación de la oferta de Bitcoins está ayudando a que su cotización se mantenga alta. Sin embargo, se trata de inversiones sumamente arriesgadas por la volatilidad que presenta el tipo de cambio del Bitcon respecto a las divisas de curso legal. Esos movimientos bruscos se derivan de súbitas pérdidas de confianza en la moneda virtual o de repentinas olas de euforia debido a crisis externas. No cabe duda de que podemos estar asistiendo a la formación de un tipo de burbuja financiera, ejemplos del cual no son infrecuentes en la historia económica: la inversión de asombrosas cantidades de dinero en objetos con escaso o nulo valor intrínseco. La proliferación de estas monedas como activo financiero debería hacer reflexionar sobre la conveniencia de su regulación. 


De todos modos, una volatilidadtan acusada como la que hemos observado es incompatible con el hecho que una moneda virtual como el Bitcoin pueda constituir un adecuado depósito de valor, en tanto que pudiéramos considerarlo dinero.


En suma, el futuro de las monedas virtuales surgidas en los últimos años con relación a su uso como dinero en las economías desarrolladas es ciertamente dudoso debido a que solo cumplen de manera muy imperfecta las tres funciones básicas del dinero, esto es, ser medio de cambio, unidad de cuenta y depósito de valor. Su falta de funcionalidad es la razón por la que estas monedas no están siendo usadas de manera generalizada como medio de cambio ni es probable que lo sean en el futuro. 


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Más allá, si una sola de esas monedas virtuales fuera la comúnmente aceptada podrían surgir otros elementos desestabilizadores a nivel macroeconómico. Si, pongamos por caso, esa moneda fuera el Bitcoin, podrían crearse tensiones deflacionistas debido a la limitación de su oferta. En términos más generales, si alguna de esas monedas consiguiera una notable aceptación los bancos centrales perderían el control de la política monetaria, y por ende perderían gran parte de su efectividad a la hora de controlar la inflación. 


Es más, perderían una eficaz herramienta para moderar los ciclos económicos, dado el consenso teórico que existe en torno a los efectos de política monetaria sobre la economía real a corto plazo. Es por ello que las autoridades monetarias deben permanecer vigilantes ante la proliferación de las monedas virtuales.


Aprovechar la tecnología


Aunque desconfío de las posibilidadesde esas monedas como dinero del futuro, sí veo factible que los bancos centrales, y en particular el Banco Central Europeo, aprovechen la tecnología que hay detrás del Bitcoin y otras monedas virtuales -o evoluciones de la misma- para sustituir progresivamente el dinero en efectivo actualmente en circulación por "euros" virtuales. Es probable que en las próximas décadas, a medida que los consumidores sean incrementalmente nativos digitales, asistamos a la desaparición del dinero físico tal como lo conocemos ahora. 


Los beneficios de la desaparición del efectivo en términos de reducción del fraude fiscal son indudables y todo ello debería redundar en una mejora de los servicios públicos en el marco del estado del bienestar. Lejos de la promesa de una moneda para la ciudadaníano controlada por los gobiernos, que subyace a la creación del Bitcoin, las nuevas posibilidades tecnológicas deberían conducir a sistemas monetarios con monedas funcionales y digitales de curso legal, divisas que permitan superar algunos de los costes del uso de efectivo. 



Los beneficios de la desaparición del efectivo en términos de reducción del fraude fiscal son indudables y ello debería redundar en una mejora de los servicios públicos 



Y es interesante constatar que la tecnología que ha permitido crear el dinero virtual sin duda facilitaría también la realización del viejo sueño de Keynes, reelaborado más recientemente por el premio Nobel de economía Robert Mundell, de la creación de una moneda única a nivel mundial. Pero eso supone ir un paso más allá. Ya se verá. 


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