martes, 23 de abril de 2024
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LA JUNGLA

Peru Erroteta.-"¿Por qué los banqueros españoles, reguladores y funcionarios del Gobierno encuentran tan difícil aceptar (y contar) la verdad?", se preguntaba a mediados de mayo el Financial Times, subrayando que, "a pesar de que los inversores han sido testigos del estallido de la burbuja inmobiliaria, del deterioro de los préstamos y de las dificultades de la banca, ministros y reguladores seguían manteniendo la idea de que las reformas eran la solución y que no sería necesario inyectar más dinero público en el sistema financiero".

"Benévolamente, podría creerse que los responsables no fueron capaces de comprender la realidad, pero los inversores, como el propio FMI, interpretan más bien que nos encontramos ante una tergiversación de los hechos", remacha el diario británico.

Este interrogante, que sigue sin repuesta, es el que, corregido y aumentado, flota en torno a todo el affaire Bankia. ¿Cómo es posible que un asunto tan críticopueda ocultarse durante tanto tiempo? No ya tan solo por parte del Gobierno o el Banco de España, sino por los partidos, la "mediocracia" o la propia competencia. Por una parte, en fin, del entramado institucional que conforma nuestro sistema democrático.

Al parecer, el mal de Bankia era de sobra conocido en los mentideros, pero un férreo pacto de silencio mediático lo ha ocultado celosamente, quizá como consecuencia de la pragmática convergencia de intereses de algunos medios con la Entidad. También los partidos tendrían que haber estado enterados de lo que en ella ocurría y ni un simple comunicado ha hecho alusión al tema. El Banco de España que, en la persona de su Presidente, no perdía ocasión de reclamar reformas laborales, se supone que debería entenderalgo del asunto. Y así sucesivamente, incluidos algunos sindicalistas y, desde luego, el principal abanderado en esta procesión: el Gobierno. Primero, por orden de aparición, el de Zapatero y, luego, el de Rajoy.

Podría ser, como ha dicho Álvarez Cascos, justificando los silencios y movimientos deRato,que éste "estaba en su papel, como todos los que están al frente de las instituciones financieras y quieren ganar la confianza de los mercados". Es decir, ejerciendo con la proverbial "prudencia" de los banqueros. En la misma onda, Esperanza Aguirre justifica el desastre porque las cajas de ahorros "son entidades sin dueño y, como tal, es muy compleja la toma de decisiones". Hasta se puede echar sin pestañear balones fuera, como lo hizo María Dolores de Cospedal, secretaria general y número dos del PP,respondiendo que la cosa es asunto de una empresa privada, en la que Gobierno no se inmiscuye. Y sino, en el afán de eludir responsabilidades, se busca una cabeza de turco -que en este caso coincide con la del amortizado Fernández Ordóñez- y santas pascuas.

En fin, todo un paradigma de opacidad y tergiversación el tejido en torno a Bankia que, en definitiva, no hace sino dar la razón a quienes, desde el 15 M, economistas, sociólogos, académicos de prestigio, premios Nobel hasta Jefes de Estado,están diciendo que el sistema no funciona, que es necesario replantearse muchasde sus reglas de juego, escritas o no, para responderse a preguntas como la que se hacen el Financial Time o que el propio Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, corroboraba cuando decía que "todos los países han terminado haciendo las cosas de la peor manera posible y al coste más alto imaginable". "Mejor pecar de exceso de transparencia que luego descubrir con horror los resultados", aconsejaba, apuntalando lo que hace ya años decía el escritor Eduardo Haro Tecglen: "el propio sistema tendría que segregar sus modificaciones para salvarse él si fuera realmente un sistema y no sólo una jungla".

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