Herederos como somos de una cultura cristiana y todos sus atributos, la pobreza ha ido tradicionalmente asociada a los valores de la iglesia católica y, por ende, a la caridad. Aunque, para bien y/o para mal, la Iglesia no haya cambiado, el que si ha sufrido una transmutación sustancial es nuestro mundo presente
La crisis que vivimos ha venido para quedarse, no es coyuntural sino estructural. Y ello obliga a abrir el foco, contemplar la realidad que nos rodea con mayor amplitud de miras. En una sociedad que se empobrece a ritmo acelerado, la falta de recursos de muchos no puede resolverse recabando la colaboración de pocos o recurriendo a la ayuda parroquial. El problema es de mucho mayor calado, porque estamos ante un cambio de modelo, no solo económico, sino también de valores. Aunque quizá sería más preciso hablar de pérdida de esos valores. Lo dice Petros Márkaris hablando de Grecia: Ahora que la pobreza vuelve a amenazarnos, carecemos de los valores necesarios para lidiar con ella, porque los sacrificamos en nombre de la riqueza.
La historia de Europa ha dejado de ser protagonizada por las tradicionalmente llamadas clases sociales. En todos los estudios demoscópicos ?al menos hasta ahora- la mayor parte de los consultados se declara habitualmente como perteneciente a la "clase media". ¡Pobre clase media! .Ella fue la principal beneficiaria del Estado del Bienestar, liberada de cargas y con acceso a una escolaridad gratuita, a una asistencia sanitaria también gratuita, a unas pensiones.