Hoy, los jóvenes se van a otros países porque aquí no tienen futuro. En mi familia como en la de tantas, la emigración ha sido casi un destino obligado. Galicia tiene más hijos enterrados fuera de sus ciudades, pueblos y aldeas, que habitantes en sus municipios. Yo mismo lo soy, mi abuelo, los hermanos de mi padre y muchos familiares que no he conocido se fueron muy jóvenes y nunca volvieron de la famosa "diáspora". Y allí, en la tierra de los celtas y de los suevos, se quedaban las casas solas y deshabitadas que, poco a poco, dejaban que los únicos que se habían quedado también se fueran a vivir a La Coruña o a Vigo, donde se refugiaban un tiempo breve para poder ganar lo suficiente para comprarse un billete del barco que les llevaría a reunirse con el resto de la familia en la meca americana. Por aquel entonces, Argentina, Brasil o Venezuela eran los paraísos soñados, que luego ni eran el Edén, ni los sueños dejaban de convertirse muchas veces en pesadillas.