Alvaro Espina. Doctor en Ciencias Políticas y Sociología y profesor en la Universidad Complutense de Madrid
Para los sociólogos, el estado de bienestar es un sistema social -o sea, un conjunto de arreglos institucionales- cuya función primordial consiste en elevar la cohesión social. Desde esta perspectiva, su aparición constituye una nueva fase del largo proceso de modernización que tuvo lugar en Europa a lo largo de los últimos siglos.
En el curso de este proceso fueron desagregándose una serie de sistemas sociales, que antes habían permanecido prácticamente indiferenciados, para dar lugar a una multiplicidad de subsistemas. Entre ellos, dos grandes sociólogos del siglo XX distinguieron principalmente cuatro: el sistema político, originado en la revolución liberal, que define los fines colectivos de la sociedad; el sistema económico, originado en la revolución industrial, con la aparición de la economía capitalista, que proporciona los medios para llevar a cabo los fines individuales y colectivos; el sistema jurídico, fruto también de la revolución liberal y del proceso ulterior de codificación, que proporciona la herramienta básica de integración social; finalmente, el sistema cultural pluralista, que da fundamento a la autonomía del individuo y facilita su interacción con el resto del cuerpo social, a través de los símbolos, las pautas o normas culturales y los valores. El último sistema en aparecer, en cierto modo, fue el de bienestar, a cuya culminación denominamos Estado de bienestar, que adoptó su perfil definitivo en Europa a partir de la revolución democrática del siglo XX, fruto de la exigencia de acompañar la plena adquisición de la ciudadanía política para todos con una "ciudadanía social".
Así como no hay una sola pauta de modernización, igualmente pueden distinguirse diversos modelos o "mundos" del Estado de bienestar. Los tres más conocidos han recibido denominaciones políticas (liberal, conservador, socialdemócrata); por su origen geográfico (anglosajón, continental, nórdico); relacionadas con su contenido (residual-minimalista, corporativista-diversificado, universalista-institucional), o asociadas a personajes relevantes en su aparición o definición (modelo Beveridge, Bismarckiano, Myrdaliano).
Todos los Estados de bienestar son híbridos
Hay también variedades de estos modelos, como el modelo "latino", relacionado con el continental, pero con escaso peso de la asistencia social y que descarga muchas de sus funciones sobre la familia. Al mismo tiempo, las sociedades con economías emergentes todavía no han configurado estados de bienestar plenamente definidos, pero se habla de "regímenes de bienestar", cuyas características se relacionan frecuentemente con los estadios de desarrollo económico y demográfico, o con el estado de madurez de sus principales componentes. En general, el grado de implantación de las instituciones de bienestar guarda una relación considerable con la reducción de los indicadores de desigualdad (que alcanzan sus niveles máximos en Latinoamérica).
En cualquier caso, frente a estas tipologías más o menos ideales, todos los Estados de bienestar actuales son híbridos y, aunque conserven algunas de las características más señaladas de alguna de aquellas variedades, presentan características que originariamente se asociaron con otras. Además, dentro de la Unión Europea se ha venido practicando el denominado "método abierto de coordinación", que en sus inicios trataba de ser un procedimiento blando de emulación de las "mejores prácticas," a través de la "vigilancia entre iguales", pero durante la crisis actual este modelo está mutando, en los países periféricos, hacia otro de reformas adoptadas bajo presión exterior, e incluso a través de la "imitación normativa dirigida", que pone en cuestión el carácter igualitario y democrático del proyecto europeo.
