sábado, 20 de abril de 2024
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Redacción

Filantropía, una historia típicamente americana

Filantropía, una historia típicamente americana

Gotzone Totorica. Periodista

Como muchas otras cuestiones, también la filantropía occidental tiene su cuna en Europa, pero ha sido en EE.UU. donde ha adquirido verdadera carta de naturaleza, hasta el punto de que algunos de sus más conspicuos representantes figuran en el santoral de los padres de la patria.

Todo empezó con el puritanismo de aquéllos primeros colonos, simbolizados por los del Mayflower, que a mediados del siglo XVII arribaron al Nuevo Continente con el afán de reproducir el Reino de Dios en la tierra, cosa que no pudieron o no les dejaron hacer en sus lugares de origen. Y se pusieron manos a la obra con afán, sin apenas cortapisas, poniendo el acento en el esfuerzo personal. No creían en las utopías pero sí firmemente en la Biblia y así, por primera vez en la historia de la sociedad occidental, hombres libres, sin someterse a ningún poder absoluto, tomaban decisiones por ellos mismos.

De ese impulso colonial, que fue una empresa netamente privada, surgió una forma original de entender la economía, la sociedad, la política? y, desde luego, los modelos de ejercer la caridad, muy alejados del viejo catolicismo europeo y del protestantismo dominante, y marcados por la idea asistencialista. Para cuáqueros y puritanos, la religión produce laboriosidad (industry) y sobriedad (frugality), los cuales son a su vez causa de riqueza. Así el enriquecerse se convierte en "profesión".

Fundaciones secretistas y pusilánimes

A este caldo de cultivo propicio al desarrollo de la filantropía también habría que añadir, por ejemplo, el tamaño de la economía de los Estados Unidos, la acumulación de enormes riquezas en manos de unos pocos, las características de un sistema fiscal que favorece a los potentados y las ventajas con que cuenta la utilización las donaciones con fines caritativos. Así, poco tiene de extraño que en este edén para filantropía privada, hasta el propio Carnegie proclamara en su "The Gospel of Wealth" que "era una desgracia morir rico". Aunque los filántropos estadounidenses contemporáneos raramente mueren pobres, sino todo lo contrario.

Según el Comparative Nonprofit Sector Project, de la Universidad Johns Hopkins, EE.UU. lidera, a mucha distancia, el ranking de aportaciones privadas a entidades sin ánimo de lucro. Sin contabilizar las aportaciones a las iglesias, estas contribuciones representan el 1% del PIB de Estados Unidos. Entidades que, A. Nielsen, en su obra "The Bing Foundations", las encuentra secretistas, pusilánimes y carentes de estímulos externos o internos y cree que, en muchos casos, los intereses de las familias donantes prevalecen sobre los de la filantropía. Por su parte, Edward H. Berman, otro estudioso de las fundaciones americanas, concluye que las fundaciones Carnegie, Ford y Rockefeller han inclinado la política exterior de EE.UU hacia los intereses de las grandes empresas. Aunque no faltan quienes, como Heather MacDonald sostienen, por el contrario, que las fundaciones han traicionado sus orígenes de libre mercado y han debilitado la moral de la sociedad promoviendo el activismo minoritario y el "victimismo divisor". Cosa que, claro, comparte la derecha, partidaria confesa de la desregulación. Valga a este propósito, la famosa dimisión, en 1977, de Henry Ford II del consejo de la Fundación Ford, alegando que "el apoyo del consejo a causas izquierdistas había llevado a la Fundación lejos de las intenciones de su abuelo".

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