Las caídas en la circulación y recaudación publicitaria de la prensa escrita son fenómenos reales y globales que, combinados, afectan las perspectivas del sector. Pero no impiden que éste sea protagonista de llamativas operaciones de compra y consolidación.
Durante años, pocos asuntos han llamado tanto la atención de la prensa escrita como los augurios sobre la muerte de la prensa escrita. Por lo general, los sombríos pronósticos se han servido sazonados con un poco reflexivo entusiasmo por los blogs, algo que llaman periodismo ciudadano, la proliferación de contenidos generados por los usuarios, y otras manifestaciones de la era Internet. Los datos conocidos revelan que no es para tanto y que, en cualquier caso, hay espacio en el mercado para los diarios. Si, como dicen algunos, están condenados, tienen aún vida por delante.
Es lo que se desprende de una encuesta reciente, encargada por el World Editors Forum, que agrupa a directores y gerentes de prensa diaria: el 85 por ciento de los 435 miembros consultados se siente más bien optimista acerca del futuro de sus periódicos y de su capacidad para adaptarse a la competencia de Internet.
Es verdad que, globalmente, la circulación de la prensa escrita sigue creciendo, si en el cálculo se incorporan los medios de distribución gratuita; sin ellos, habría bajado el año pasado. En cuanto a la publicidad, la consultora Zenith Optimedia predice que los ingresos por este concepto crecerán este año un 5,4 por ciento, medio punto menos que el año pasado, debido principalmente a que los anunciantes encuentran en Internet alternativas más baratas para sus clasificados, que históricamente han sido un yacimiento para la prensa escrita. En EE. UU, el enfriamiento del sector inmobiliario y la crisis de los fabricantes de automóviles se citan como causas primeras de la recesión publicitaria, en espera de que la campaña electoral reanime la inversión.
A la vista de estas consideraciones, nadie diría que un capitalista en sus cabales arriesgaría su fortuna para entrar en un negocio condenado a la decadencia. Ocurre, sin embargo, que la propiedad de un periódico ha sido siempre una plataforma muy visible para quien quiera influir en la sociedad, en la política y en la economía; en nuestros días es además -y esto suelen olvidarlo muchos comentaristas- una ventana hacia el ascendente mundo de Internet.