jueves, 25 de abril de 2024
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Alejandro Dabat

Estados Unidos, la crisis financiera y sus consecuencias internacionales

Doctor en Economía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)


Las diferentes cuestiones consideradas en el presente trabajo, conducen a por lo menos cinco grandes conclusiones, que pasamos a exponer a continuación: la primera conclusión tiene que ver con la naturaleza histórica de la crisis y de su profundidad.



¿Estamos ante una crisis terminal de las bases tecno-productivas del nuevo capitalismo surgido de la Revolución Informática y la globalización, como fue el caso de la gran depresión de los años 30 del siglo pasado en relación al capitalismo monopolista financiero clásico nacido a finales del siglo XIX?


¿O estamos más bien ante una crisis de desarrollo del capitalismo informático global, que contrapone su base productiva a su superestructura financiera e institucional neoliberal de origen, especialmente en el país que dirigió y modeló el proceso en su primera etapa histórica de desarrollo?


Nuestra respuesta va en esta segunda dirección, partiendo de la idea de que la profundidad y duración del derrumbe internacional por venir, dependerá sobre todo de la continuidad y profundización de la revolución informática 30, de la integración tecno-económica que logre alcanzar con la revolución energética en ciernes (e implícitamente con la crisis ambienta), y de cómo logre superar adecuadamente tanto el lastre de su superestructura financiera-especulativa como, en general, el régimen socio-institucional del neoliberalismo


La segunda conclusión tiene que ver con la extensión y duración mundial de la crisis. Al respecto consideramos que el elemento clave es la medida en que China, sobre todo, y más en general Asia Oriental (incluyendo India), logren resistir relativamente al embate de la crisis 31 y acentuar su papel de locomotora económica emergente a nivel mundial 


Debe partirse del hecho de que el nuevo papel económico mundial de esta última región, la convierte en una fuerza contra-cíclica mundial extraordinaria, que contradictoriamente, al mismo tiempo que acelera la crisis de hegemonía mundial de Estados Unidos, ayuda a la recuperación económica de este último país a través de diferentes mecanismos.


LA ACTUAL CRISIS TIENE MUCHOS PUNTOS DE CONTACTO CON LA ANTERIOR


La tercera conclusión está referida a la extensión internacional de la crisis a los diferentes países. Conforme se plantea en el trabajo, los más afectados serán los más expuestos a las relaciones comerciales y financieras con Estados Unidos, a los nuevos mecanismos y agentes financieros (desregulación, instrumentos derivados y colaterales etc.) y al financiamiento externo de los países industrializados. 


Los menos expuestos, serán los que cuenten con Estados nacionales y sistemas bancarios fuertes, reservas internacionales más importantes en relación al PIB nacional, mercados internos y regionales más amplios, mayor capacidad de autofinanciamiento a través de mecanismos fiscales internos, así como al acceso nacional a las rentas económicas extraordinarias derivadas del comercio internacional (Dabat, Rivera y Sztulwark, 2007). 


En este sentido, y a pesar de las diferencias, la actual crisis tiene muy importantes puntos de contacto con la anterior. La de 2001-2002 tuvo que ver con un problema crucial para el desarrollo del Capitalismo Informático, como fue en su momento la tendencia al agotamiento de la Ley de Moore (continuidad del proceso de miniaturización, complejidad y abaratamiento del semiconductor), que pudo superarse por la entrada en acción de la nanotecnología (Dabat, 2008 y Dabat y Ordóñez, 2009).


La crisis actual está también vinculada a otro tipo de obstáculo que limita la continuidad y profundización de la Revolución Informática, como es el caso tanto de la superestructura financiera e institucional inicial de la misma, como de la cada vez más débil base energética en que se apoyó hasta ahora, basada en los combustibles fósiles no renovables y contaminantes. Quitar tales obstáculos requiere, en ambos casos, un nuevo tipo de restructuración institucional y tecno-económica que posibilite el despliegue a un nivel más amplio de las potencialidades de las nuevas tecnologías.


Nos estamos refiriendo a una disminución no muy grande de sus tasas insostenibles de crecimiento y comercio exterior (pasa, por ejemplo, de tasas del 11 y 30 %, a otras más moderadas del 7-8 y 20-25 %) o a solo breves caídas de mayor dimensión. La cuarta conclusión apunta al futuro y a las formas espaciales e institucionales de la globalización ¿Estamos ante una crisis terminal de misma, o ante un cambio histórico de su modalidad de desarrollo?


A PESAR DE LA CRISIS, EEUU SIGUE SIENDO EL PAÍS MÁS PODEROSO


Se trata de una cuestión vinculada directamente a la primera conclusión, en la medida de que la globalización es, en lo fundamental, la configuración espacial del nuevo tipo de capitalismo surgido de la Revolución Informática (Dabat, 2002).



Por lo tanto, conforme hemos plantado en otros trabajos (Dabat, 2005, por ejemplo) y en este mismo, la crisis de Estados Unidos y de su modalidad nacional de capitalismo, no implicará tanto el fin de la globalización, como cambios mundiales que apunten tanto al fortalecimiento de los procesos de integración regional y de regulación internacional, como al desplazamiento del centro cíclico de la economía mundial hacia Asia Oriental, y a reformas socio-institucionales nacionales y regionales, más acordes con los con las del tipo de economía de los países emergentes exitosos más importantes.


Finalmente, una quinta conclusión conduce al lugar en que se encuentra Estados Unidos en la economía mundial y el orden internacional, y a sus perspectivas futuras como país. A pesar de su crisis, Estados Unidos, sigue siendo el país más poderoso, rico e influyente del mundo, especialmente por su capacidad tecnológica, empresarial, militar y de involucramiento en la arena mundial.  


Pero ya no como única superpotencia hegemónica capaz de imponer unilateralmente sus propios objetivos al mundo. Esto lo obligará a reconocer las nuevas relaciones mundiales de fuerza y a emprender grandes reformas en el sentido ya esbozado por el gobierno de Obama. Tales reformas vivificarán su economía a mediano plazo, generarán importantes logros en energía, infraestructura o medio ambiente y restablecerán gran parte de su competitividad internacional. Pero ello será a costa de una colosal deuda externa y de una reducción del nivel neto de ingresos de su población, dentro de un mundo multipolar al que no pondrá imponer ya unilateralmente sus intereses nacionales.


Según Gramsci, hegemonía no significa solo poder (sea militar, económico o político) sino también capacidad de liderazgo en las cuestiones más importantes de una comunidad política, (en este caso el Orden Internacional). Capacidad de liderazgo, a su vez, implica no solo políticas que apunten de alguna manera a la resolución de los principales problemas de dicha comunidad, sino también capacidad práctica para imponerla en los hechos, no solo por medios político-institucionales, económicos o militares, sino también capacidades culturales, vistas como superioridad relativa de determinados aspectos de la cultura del país hegemónico en aspectos centrales del desarrollo de las naciones.


REVERTIR LA ORIENTACIÓN NEOLIBERAL

En las actuales condiciones históricas, tal tipo de peso internacional, implica bastante más que el nivel científico-tecnológico de las universidades o que la extensión internacional de la lengua del país dominante (en este caso la inglesa), sino también, el nivel de la cultura ambiental o del respeto a los derechos humanos, civiles o de autodeterminación de otros pueblos.


Habría que agregar que las complejas condiciones de nuestro tiempo (globalización, crisis ambiental, crisis energética, crisis alimentaria, etcétera) más la hegemonía de Estados Unidos, plantea la necesidad de avanzar hacia un nuevo orden mundial multi-céntrico, lo que por cierto no será una tareas fácil, no solo por la resistencia de fuerzas económicas, financieras y militares beneficiarias del actual orden mundial, sino también por la inmadurez o las limitaciones de las nuevas potencias emergentes para liderar ese cambio.


Junto a ello, se planteará también la necesidad de revertir substancialmente la orientación neoliberal de las ideas e instituciones que dominaron el escenario económico y político mundial en las últimas décadas, por otras mucho más acordes a los requerimientos tecnológicos, económicos, sociales y ambientales del mundo.

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