jueves, 25 de abril de 2024
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Alberto Martínez Lacambra

Transparencia. Límites y tendencias

Economista y Abogado. Profesor de la facultad de ADE de la UAB Dtor Gral de AGBAR


Plantear hoy límites a la transparencia puede parecer una herejía, ya que se ha convertido en un bien omnipresente en nuestra vida, en especial en el ámbito político, pues es el "lema" que domina el discurso público.


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Distintos autores señalan que la transparencia se ha convertido en un "fetiche" por su omnipresencia [1] o un "tótem de conducta en la que todos invocan (y pocos cumplen)" [2].


Es evidente que, en nuestro día a día, la transparencia funciona a modo de apisonadora, ya que con su simple invocación emerge la legitimidad para abordar e invadir cualquier espacio de las personas, sean estas públicas o no.


La presión que ejerce es de tal magnitud que, a menudo, quedan olvidados derechos de las personas como son el derecho la intimidad, el derecho a la propia imagen y el derecho al honor. Estos derechos son consagrados en nuestra Constitución como derechos fundamentales, y su prevalencia pretende preservar la dignidad humana.


Cualquier persona que invoque alguno de estos derechos para eludir dar explicaciones sobre cualquier asunto que le sea requerido, con toda seguridad arderá en la "hoguera mediática", como si de un hereje se tratara, pues violenta el omnipresente valor de la transparencia.


Otro aspecto a tener en consideración en cuanto a los límites de la transparencia, es el reciente reconocimiento del derecho al olvido en Internet por parte del Tribunal de Justicia de la Unión Europea [3]. Que dispone el derecho de cualquier ciudadano a requerir a buscadores, como Google, a que le sean suprimidas determinadas informaciones que pueden atentar contra derechos fundamentales. De nuevo el "tótem" de la transparencia no puede justificar la "pena eterna" de aparecer en internet con noticias que lesionan la intimidad y el honor de las personas.



La transparencia funciona a modo de apisonadora, ya que con su simple invocación emerge la legitimidad para abordar e invadir cualquier espacio de las personas



Por tanto, siempre debe tenerse presente que la transparencia no puede operar al margen de los derechos fundamentales de las personas. Por lo que deberá buscarse el equilibrio adecuado, entre la transparencia deseada y reivindicada por nuestra sociedad y esos espacios de intimidad inherentes a la persona.


Algunos autores, como Byung-Chul Han o Miguel Angel Aguilar, advierten de la coacción sistémica o vehemencia de la transparencia, que puede producir efectos paralizadores del ser humano, convirtiéndolo en un elemento funcional de un sistema, limitando así la creatividad y la iniciativa individual.


Al adentrarnos en el mundo de las tendencias, debemos plantear si la transparencia debe ser un elemento táctico o estratégico, es decir, de corto plazo e improvisado, o de largo plazo y planificado.


Cuando se invoca de forma recurrente la transparencia como un "fetiche", se está posicionando como un elemento táctico y cortoplacista. Los políticos realizan auténticas competiciones para abrazar de forma permanente ese tótem social, para decir que son los más transparentes y, siempre, mucho más que el resto de sus congéneres.


El profesor Rayco González [4] advierte que, a menudo, la transparencia es una táctica semiótica enfocada a una finalidad concreta, precisamente a convencer a los otros de nuestras buenas intenciones, y así disuadir a un determinado destinatario a no hurgar en determinada dirección.



Cuando se invoca de forma recurrente la transparencia como un "fetiche", se está posicionando como un elemento táctico y cortoplacista



El concepto de táctica semiótica es la denominación académica del conocido "postureo", que es lo que más prima en la actualidad política. Hoy, toda la carga y esfuerzo se sitúa en el gesto y en el mensaje, siendo irrelevante la existencia o no de contenido. Parece que la sociedad juzga a los políticos por sus gestos y enunciados, sin valorar la existencia o no de contenido.


El filósofo Byung-ChulHann advierte que "quien refiere a transparencia tan solo a la corrupción y a la libertad de información desconoce su envergadura". La transparencia trasciende del enunciado puntual, debe ser un eje estratégico en el funcionamiento de las organizaciones, sean estas públicas o privadas.


Cuando la transparencia es un elemento táctico, desconfiemos de ese mensaje, pues sólo es un elemento gestual, y no corresponde a un eje estratégico por el que discurre la filosofía de vida de una persona u organización.


Por tanto la transparencia debe configurar un elemento estratégico en el funcionamiento de la organización, es decir debe responder a una visión de largo plazo.


Para que la transparencia funcione, la información que se proporciona debe ser útil y manejable. La conocida Sociedad de la Informaciónse basa en la exacerbada transparencia, en la filosofía que todo puede ser visto. Pues bien en la actualidad se estima que la acumulación de datos en Internet asciende a 1.200 zettabitte (1 zettabitte = 1012 Gb), si toda esta información se imprimiese se podrían cubrir toda la superficie terrestres, precisando para ello un mueble de tres estantes.


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La pregunta a formular es, si transparencia es la inundación de información sin criterios de utilidad de la misma. Parece que la respuesta es obvia, poca utilidad otorga al usuario la inundación de información por parte de un emisor.


El emisor que circula información de dudosa utilidad, más que un ejercicio de transparencia está adoptando una conducta exhibicionista, que responde a la lógica de la táctica semiótica, es decir ese cortoplacismo ya mencionado, sin mayor recorrido.


La elaboración y emisión de la información por parte del emisor, así como el análisis por parte del receptor, tiene unos costes nada despreciables, por lo que es preciso analizar la utilidad de esa información y evitar gestos exhibicionistas que incrementan costes sin reportar beneficios.


La Digitalización es un elemento esencial para que la transparencia sea un eje estratégico, es decir tenga una vocación de largo plazo. Las empresas y administraciones deben apostar decididamente por la digitalización, pues este será el camino para convivir con absoluta normalidad con la transparencia.


La transparencia efectiva, más allá de los voceríos de algunos políticos en cuanto a que son los más transparentes, requiere de una sistematización de la gestión y del modus operandi de las organizaciones, de manera que permita emitir la información sistematizada. Difícilmente se puede conseguir este objetivo sin el uso de herramientas tecnológicas, es por ello que la digitalización ha venido para quedarse.



La transparencia efectiva, más allá de los voceríos de algunos políticos en cuanto a que son los más transparentes, requiere de una sistematización de la gestión y del modus operandi de las organizaciones



Estos voceros del fetiche, que pretenden elevar la transparencia a una categoría sagrada, deberían entender que debe configurarse como un eje estratégico, de largo plazo, y no un simple postureo que responde a una táctica política puntual.


Como apunta Byung-Chul Han, la envergadura de la transparencia va mucho más allá de la corrupción y la libertad de información. La transparencia debe ser sinónimode claridad en la actuación y de predictibilidad en el devenir de los acontecimientos. Pues bien eso es lo que debe exigirse a la Administración Pública, que sus actuaciones sean absolutamente previsibles.


Muchos de los que han sacralizado la transparencia, han olvidado la envergadura de la misma, y resulta imposible prever sus actuaciones. Apelando a una presunta "ideología" son capaces de incumplir las normas, incluso entorpecer su cumplimientoen su más estricto interés.


Quiero terminar este artículo rompiendo una lanza en favor de las personas que en el ámbito del Sector Público, son capaces de imaginar, diseñar, y ejecutar proyectos. Es esencial que todos sus procesos estén sometidos a las debidas dosis de transparencia, pues el derecho a saber de todos es un elemento innegable. No obstante, resulta preocupante aquellos que invocan el derecho a saberpara exacerbar la transparencia y se olvidan de la obligación de hacer. Por tanto, la transparencia del que hace es importante, pero no olvidemos la transparencia del que no hace, ya que el coste de oportunidad de paralizar o no ejecutar proyectos es altísimo para los ciudadanos.




[1] Byung-Chul Han; La Sociedad de la Transparencia; Ed. Herder 2013


[2] SanchezLambás, Jesús; Estados modernos, transparencia y homeopatía; Conferencia incorporada en el libro "La Transparencia engaña"; Ed. Biblioteca Nueva 2014


[3] Sentencia del TJUE de 13 de mayo de 2014


[4] González, Rayco; La transparencia como efecto sentido; Conferencia incorporada en el libro "La Transparencia engaña"; Ed. Biblioteca Nueva 2014


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