sábado, 20 de abril de 2024
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Redacción

Partidos radicales y antieuropeos en las inminentes elecciones europeas

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Elina Villup.Investigadora principal del CIDOB. Elena Sánchez. Investigadora principal del CIDOB

Las elecciones europeas, del próximo mes de mayo, tendrán lugar en un contexto complejo. Entre otras cuestiones por el creciente sentimiento antieuropeo y anti-stablishment del que hemos sido testigos a lo largo de toda la UE.

Como muestra el Eurobarómetro de otoño de 2013, la confianza en la Unión Europea descendió de un 50% en 2008 a un 31% en 2013 y, en este mismo periodo, el número de ciudadanos con una imagen negativa de la Unión ascendió del 17 al 28%. Ante este contexto, parece interesante preguntarse por, primero, si esta desafección hacia la Unión resultará en un aumento del apoyo popular a los partidos radicales y antieuropeos (en buena parte procedente del voto protesta) y, segundo, cuáles serán los efectos de dicha ascensión.

Diversas voces en Europa alarman sobre este fenómeno. El actual presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, o el candidato socialista a la presidencia Martin Schultz, han advertido del importante crecimiento electoral que tendrán estas fuerzas y de los inevitables y desastrosos efectos que traerá para la democracia. Por su parte, la co-candidata de los Verdes a la Comisión, FranziskaKeller, ha llegado incluso a hablar de un posible "bloqueo institucional" como resultado de las probables alianzas entre las fuerzas anti-integracionistas.

A pesar de todo, ¿Cómo de real es la amenaza causada por los partidos radicales y antieuropeos?

No hay una respuesta sencilla a dicha pregunta, pero todo parece indicar que la amenaza no es tan seria como la que han pregonado algunos políticos y medios de comunicación. Una de las principales razones es la variedad de partidos que podrían beneficiarse del voto protesta. Efectivamente, uno de los retos más difíciles cuando hablamos de estos partidos en el Parlamente Europeo es llegar a un acuerdo sobre a quién nos estamos refiriendo, dado que estamos etiquetando a una gran amalgama de partidos, la mayoría de extrema-derecha y antieuropeos, pero no solo. Erik Voeten (Washington Post, 4 de Noviembre de 2013) hizo una clasificación incluyendo entre los partidos antieuropeos (euroescépticos) a formaciones de extrema-derecha (por ejemplo, el Frente Nacional en Francia o el Partido por la Libertad en los Países Bajos) y de extrema-izquierda (por ejemplo el Partido Socialista de los Países Bajos o Syriza en Grecia); pero también a partidos cuyo tema único es el rechazo a la Unión (por ejemplo, la Alternativa para Alemania o True Finns en Finlandia) o formaciones protesta sui generis, como el italiano Movimiento Cinco Estrellas.

CécileLaconte señala en su libro "Entendiendo el euroescepticismo" que los partidos con un posicionamiento anti-integracionista siempre han formado parte del Parlamento Europeo. La autora apunta que los "euroescépticos" han entrado en el PE en tres grandes oleadas: comunistas y conservacionistas en los 70, extremistas de derecha en los 80, y partidos de tema único (rechazo a la Unión) desde las elecciones de 1994. De acuerdo con Laconte, estos partidos siempre han atraído a alrededor de una quinta parte de los electores, y su resultado electoral medio oscila entre el 15 y el 20 por ciento de los votos. Lo que efectivamente corresponde con los resultados que obtienen en el Parlamento Europeo y que, al contrario de lo que el sentido común podría suponer, no ha crecido significativamente con los años. De hecho, los datos nos muestran como desde las primeras elecciones directas (1979), cuando obtuvieron alrededor del 19% de los parlamentarios, hasta las últimas elecciones de 2009 el apoyo recibido se ha incrementado en tan solo dos puntos porcentuales, es decir hasta el 21%. Este escaso incremento es debido, principalmente, al cambio de mentalidad de los tradicionalmente pro-europeos conservadores británicos y a la entrada de partidos euroescépticos procedentes de nuevos estados miembros (por ejemplo, el ODS checo).

Aunque las encuestas predicen, para las elecciones de mayo de 2014, que habrá un crecimiento por los extremos, tanto por la derecha como por la izquierda, su ascenso tan solo será moderado. De hecho se pronostica que el próximo Parlamento Europeo estará dominado por una fuerte mayoría pro-europea de centro dado que, por el momento, conservadores, socialdemócratas y liberales -aunque estos últimos bastante debilitados- siguen liderando todas las encuestas.

Por su parte, la heterogeneidad que caracteriza a los partidos euroescépticos, con más o menos apoyo popular, dificulta sus capacidades para obtener cuotas reales de poder en el marco de la UE. A pesar de que hayan consolidado su posición en el panorama político, hasta la fecha han gozado de un escaso impacto tanto en la agenda del PE, como en el proceso legislativo, fundamentalmente por su incapacidad para formar Grupo político dentro del Parlamento o, cuando estos son formados, de mantenerlo. Si nos centramos en el funcionamiento del Parlamento encontramos que, por un lado, los Grupos políticos son los actores principales en el juego de poder del Parlamento Europeo, y a su vez facilitan a sus miembros el acceso a los puestos clave; siendo los Grupos más fuertes los primeros en elegir. Por otro lado, la aprobación de políticas se ha basado históricamente en el consenso entre los dos grandes Grupos -el conservador EPP y el socialdemócrata S&D- y las votaciones siempre han necesitado de alianzas entre partidos políticos, dado que ningún Grupo político ha obtenido nunca mayoría absoluta. En este marco de trabajo, los estudios muestran que los Grupos antieuropeos más pequeños, como Europa de la Libertad y la Democracia (EFD), raramente forman parte de las coaliciones ganadoras, así como tampoco el grupo moderado de los Conservadores Europeos y Reformistas (ECR).

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