Carmen Parra Rodríguez. Directora de la Cátedra de Economía Solidaria. Universitat Abat Oliba CEU
Europa ha sido tradicionalmente un continente de acogida, un territorio de paso en el que durante siglos diferentes pueblos se han asentado, siendo el origen de la riqueza cultural que caracteriza a los distintos Estados que la forman.
Sin embargo, la avalancha de emigrantes que empezó a llegar en las últimas décadas desde Asia y África preferentemente, como resultado de conflictos armados, hambrunas y gobiernos desestructurados nos ha pillado desprevenidos.
Europa ha demostrado que no está preparada para controlar el gran número de emigrantes irregulares que llegan a sus fronteras. Los emigrantes llegan con visados de turista pero se quedan a residir en nuestro territorio. Otros llegan por el mar reclamando ayudas humanitarias sin que tengamos espacios suficientes para acoger la descomunal pobreza que el continente africano expulsa.
La Unión Europea estaba preparada para controlar el tráfico interno de sus ciudadanos pero no así para controlar de manera uniforme las fronteras exteriores. Esta situación ha creado un escenario de horror en países como Italia y España que reciben oleadas de emigrantes procedentes de persecuciones y guerras que deben gestionar dentro de centros de internamiento desbordados sin que Europa ofrezca respuestas.