sábado, 20 de abril de 2024
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Redacción

¿Syriza en la socialdemocracia europea?

Ramón Jáuregui. Eurodiputado socialista

En el título ya expreso mis sentimientos respecto al interesante debate que suscita la llegada de Syriza al Gobierno griego y los controvertidos pulsos que está manteniendo con las instituciones europeas.

Para explicarme mejor debo decir que mis mejores deseos para esa izquierda -que ha surgido de los desastres griegos anteriores, incluidos los fallos y responsabilidades de la socialdemocracia clásica y tradicional de Grecia, el PASOK- es que se convierta en un verdadero partido socialdemócrata, que cumpla una misión histórica en la Grecia del siglo XXI. Es decir, parte de la base de que Syriza no puede llevar a cabo un programa comunista en Grecia ni puede inventar una nueva izquierda en Europa con propuestas populistas y eslóganes fáciles. Por eso, quiero que su política triunfe siempre y cuanto sea capaz de hacer por Grecia y sus ciudadanos lo que históricamente les corresponde hacer. Si lo hacen, su proyecto se parecerá tanto a lo que la socialdemocracia está haciendo en Europa, que a buen seguro acabará pidiendo su incorporación al PES, el Partido de los Socialistas Europeos.

Pero vayamos por partes. El debate político y económico que se ha suscitado en este tema debe ser analizado con cierto orden. Hay en primer lugar un debate democrático, casi pre-político, que afecta al conocido argumento de que la democracia está por encima de los mercados, y que las instituciones técnicas (FMI, Banco Central, etc.) no deben sobreponerse al voto de la ciudadanía. Semejante afirmación es incuestionable y ojalá fuera más visible, porque desgraciadamente a lo largo de la crisis no siempre ha sido así. Pero, aplicado al voto de los griegos en las últimas elecciones (enero de 2015), ¿Quiere eso decir que sus deseos o su apoyo a las propuestas ganadoras deben ser respetados en todo caso y lugar? Pues depende. Lo que los griegos han votado debe ser respetado siempre que corresponda a su ámbito competencial y siempre que dispongan de recursos económicos para llevarlo a cabo.

Nos guste o no, en Europa, nuestras propuestas electorales deben ajustarse a lo que realmente podemos decidir. No podemos decidirlo todo, porque tenemos soberanías compartidas y limitadas. El debate entre democracia del pueblo griego y poderes ajenos que violentan la voluntad de los electores es falso y demagógico. Los griegos no pueden decidir sobre muchas cosas que su Gobierno tiene que hacer "junto a otros 18 gobiernos europeos que gobiernan una moneda común". Si a eso le añadimos que tienen unos compromisos concretos con esos gobiernos porque les han prestado una cantidad ingente de dinero, su capacidad de decisión es todavía menor.

La democracia europea se manifiesta en círculos concéntricos de soberanía

Es así que Syriza ha tenido que asumir la rectificación urgente y casi de totalidad a sus promesas y a sus anuncios iniciales de gobierno. No podrá subir el salario mínimo, no podrá detener las privatizaciones, tendrá que ajustar sus medidas sociales a su impacto presupuestario.... Y así con todo.

La democracia en Europa se manifiesta en círculos concéntricos de soberanía competencial. Y de la misma manera que el Ayuntamiento de Córdoba no puede decidir el Derecho Penal español o el Gobierno de Polonia no puede decidir unilateralmente armar a Ucrania contra los rebeldes prorrusos, los griegos no pueden decidir su déficit fiscal. Eso es federalismo. Así es Europa y a eso debemos acostumbrarnos.

El segundo debate es el margen económico griego para llevar a cabo una política económica totalmente alternativa a la que los países del Euro -no lo olvidemos, nuestra moneda común- determinan para la zona Euro. Pues bien, tampoco. Los límites para esa política alternativa son evidentes. Primero porque un país de la Unión Económica y Monetaria no puede ir por libre y segundo porque Grecia está fuertemente endeudada y sometida a las exigencias no sólo de sus acreedores, sino sobre todo de los países que le han rescatado dos veces y que le tienen que seguir rescatando en los siguientes meses y años.

¿Quiere esto decir que el nuevo Gobierno griego tiene que meter en un cajón sus promesas y hacer todas y cada una de las cosas que le exija la Eurozona? No, y de hecho, ha habido una negociación importante y habrá muchas más, en las que Grecia y la UE tendrán que acordar los cambios y las acciones conjuntas y respectivas para que Grecia salga del agujero y para que Europa recupere crecimiento y empleo.

En el fondo, la negociación del primer asalto ha sido eso. Grecia ha tenido que cumplir con las exigencias de la UE de someterse a las condiciones del crédito europeo (no ha negociado uno nuevo), ha tenido que elaborar un plan muy estricto de reformas internas, pero sigue recibiendo ayuda de una Unión que, a su vez, flexibiliza su semántica (ya no habrá Troika) y que está cambiando poco a poco los parámetros básicos de su política económica (Plan Junker, flexibilidad en el escenario de la consolidación fiscal e inyección de liquidez del Banco Central).

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