Carmen P. Flores. Periodista
A partir de los años 60, el turismo inició con éxito su boom en España. Al principio era sencillamente un turismo de sol, playa y chiringuito . Es la época en las que se podía ver a los inocentes turistas rojos como un tomate como consecuencia de las horas y horas tumbados en las playas tomando el sol que no tenían en su países de origen.
La comida se fue incorporando a los elementos de sol y playa del turismo internacional como un elemento también de reclamo. La sangría, la cerveza y el vino contribuyeron al aumento de visitantes sin olvidar, claro, los precios, muy económicos con respecto a otros países. Posteriormente se fueron agregando más componentes que resultaban atractivos para los turistas: las visitas culturales, los paseos por las ciudades, los paisajes, y hasta la atención médica gratuita y fácil especialmente para los jubilados, todo un chollo.
El turismo, ha sido y sigue siendo un motor económico de primera magnitud para este país. Es algo así como la gallina de los huevos de oro ¿Eterno? Si no se cuida, no. Los tres meses de verano en los que se recibía a los visitantes se han ido transformando en turismo de 365 días al año, con lo que eso representa para la capital catalana en la generación de riqueza, puestos de trabajo, más actividades económicas, más trabajo. Barcelona, una la de las ciudades preferidas por los turistas, ha recibido y sigue recibiendo las visitas de millones de personas que año tras año ha ido aumentando considerablemente. Los cambios, las transformaciones conllevan también, en algunos casos, la degradación, si no se planifica con tiempo y sabiduría ese turismo.
Planificar no quiere decir poner un stop a esa actividad turística, es decir: detener la construcción de nuevos hoteles, aprovechando el cambio de usos de edificios emblemáticos que dan carácter a la ciudad, que generan puestos de trabajo y que atrae a turistas de poder adquisitivo alto, ni, mucho menos, decirles a los turistas que no pueden venir porque el modelo de ciudad aún no está definido. Planificar el modelo de ciudad turística que se quiere, con el consenso y las aportaciones de todos los sectores implicados seguro que es bueno para la ciudad y su salud democrática. Paralizar durante un año la dinámica turística para estudiar lo que se quiere hacer, es poco práctico y falto de visión empresarial y política. Es, como intentar parar el reloj 365 días, pensando que las ofertas van a seguir ahí, esperando todo se tiempo a que nosotros nos aclaremos. El ejemplo más próximo de lo que decimos, se lo acaba de dar Hospitalet a la muy sobrada alcaldesa de Barcelona al ofrecerse públicamente para acoger los hoteles que su vecina no quiere dejar construir. Los trenes de las oportunidades solo pasan una vez. No se puede decir ya aquello de "vuelva usted mañana".