sábado, 20 de abril de 2024
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Redacción

 La distribución territorial del poder como tema subsidiario de un Estado participativo. 10 hipótesis



Francisco Palacios Romeo

Profesor Titular de Derecho Constitucional, Universidad de Zaragoza. Miembro de "Constitucionalistas por la Democracia". 
Presidente de ATTAC-Aragón. Ha sido profesor visitante en universidades latinoamericanas de Colombia, Venezuela, Bolivia y México.  Fue asesor en la Asamblea Constituyente de Ecuador (2008). Ha publicado recientemente Nuevo Constitucionalismo participativo en Latinoamérica. Una propuesta frente a la crisis del Behemoth occidental (Aranzadi, 2012).

 

El breve análisis que aquí se hace de la estructura autonómica partirá del hecho de cómo lo esencial en una democracia es la fragmentación real del poder y no la simple localización administrativa del poder. Lo esencial en una democracia es un creciente mayor empoderamiento ciudadano y una disminución del poder fáctico, y no una simple dispersión y multiplicación de instituciones representativas a nivel territorial. En esa clave se va a hacer, en clave de deliberación constituyente, tal como la que representa mi grupo de reflexión ("Constitucionalistas por la Democracia").

1 Ningún tema debe ir separado de reformular el contenido integral del texto constitucional, ya que nuestros actuales modelos constitucionales, políticos y socio-económicos están en grave quiebra como demuestran cuatro factores: a) pérdida de soberanía real de las instituciones políticas de cara a construir políticas públicas propias; b) correlativa pérdida de derechos sociales y coyunturas de miseria anexas, acontecidas desde la década de los años ochenta en toda Europa; c) falta multisecular de participación civil-popular en mecánicas de información, control y toma de decisiones; d) creciente concentración de poder político y económico en grandes grupos de presión.
2 El tema del Estado autonómico no es ajeno a esta problemática. En primer lugar habría que preguntarse si la distribución territorial del poder -tal y como establece nuestro modelo de Estado compuesto- contribuye realmente a que el Poder, con mayúsculas, esté más divido, repartido o controlado.
Debe ser la primera pregunta, porque lo esencial no es dónde está físicamente el poder (distribución territorial) sino en manos de quién se encuentra, sobre todo en la dicotomía grupos de presión y espacios oligárquicos versus Estados y sociedad civil-popular.
Y la respuesta a si el Estado autonómico contribuye esencialmente a esa fragmentación y reparto del poder real sería que no, que no contribuye a ella sino que lo que ha hecho es simplemente fragmentar niveles de poder entre espacios de dominación muy semejantes. Fragmentarlos institucional y administrativamente.
En este sentido el estado y la problemática autonómica no han hecho sino desviar la atención y la agenda política de la cuestión central de la calidad de una democracia.
3 En las comunidades autónomas está instalada idéntica clase política; con idénticos programas; con idéntica falta de transparencia; bajo la misma falta de mecanismos de control; con los mismos niveles de opacidad y ausencia de información a la opinión pública.
En las comunidades autónomas han sido tejidas redes de clientelismo idénticas a las del Estado central, y en las comunidades autónomas trabajan grupos de presión locales de forma muy semejante a como lo hacen otros grupos de presión a nivel central o europeo.

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