Si alguien, al inicio de este 2015 que ya nos abandona, nos hubiera pronosticado todo lo que ha sucedido durante su sobresaltado transcurrir, lo habría tachado de periplo fantasma. Y es que, la realidad, muchas veces supera a la ficción. Han sido 365 días de vértigo, de angustia, de desesperación, de exclusión, de escasa esperanza, de toneladas de tristeza, de despertar imprevisto. El cambio de ciclo acaba de levantar la banderola de salida y todos parecen de estar de acuerdo en que este año que nace, la política ha de abrirse a la ciudadanía, los políticos "profesionales" tienen que cambiar el chip y los partidos políticos han de refundarse, tras lo cual deben darse un baño de realidad social si quieren sobrevivir.
La economía no acaba de despegar, por mucho que la UE y todos los gurús económicos lo digan. Solo cuando la ciudadanía lo perciba, será realidad la teoría de los "más sabios". La sociedad sigue viviendo en la precariedad, se siente frágil e inestable, como bien nos explica el director general de Cáritas en el artículo que podrán leer en este mismo número.
El terrorismo jihadista que ha sacudido a buena parte del mundo y muy directamente, por partida doble a París el llamado corazón de Europa, ha hecho que la intranquilidad, la inseguridad y los temores a una III Guerra Mundial se asome en el horizonte? ¿Es eso posible?