Desde hace dos años asistimos a una bajada sustancial de los precios del petróleo, que se han situado en unos guarismos inéditos desde principios de siglo. Esta caída marca la última tendencia de una trayectoria errática de subidas y bajadas de precio que se inicia en 2005, año en el que comienza un trienio en el que más que se doblaron los precios, continúa con un valle en los primeros años de la crisis, experimenta un repunte entre 2011 y 2013 para, finalmente, adentrarse en los bajos niveles en los que en la actualidad nos encontramos.
Un contexto de precios bajos de petróleo y commodities, en principio debería ser interpretado como un factor coadyuvante al crecimiento de los países desarrollados, en su mayoría importadores netos de esos productos, pero para confirmar esta impresión primera y elemental conviene antes analizar las causas de esta reducción de precios, pues en ocasiones estas oscilaciones funcionan también como síntomas predictores de lo que el mercado puede deparar en un futuro.
Es bien cierto que tras la referida deflación de precios del petróleo podemos encontrar el clásico esquema del juego entre la oferta y la demanda, en el que la revisión a la baja de esta última por un bajo crecimiento mundial -especialmente por la ralentización de la economía China (uno de los campeones de la demanda de suministros)- habría, lógicamente, originado una bajada de precios. Y también se puede considerar que la debilidad de algunos países productores les ha inducido a tratar de aumentar su producción.
Motivo de preocupación a medio plazo
La influencia de estos factores "convencionales" contribuiría a apuntalar la impresión de que el descenso de los precios del petróleo no puede encerrar sino una buena noticia para la marcha de las economías de países desarrollados. Sin embargo, junto a las descritas, conviven otras causas que invitarían a matizar esta conclusión. En efecto, no faltan voces que atribuyen el descenso del precio del petróleo al hecho de que los mercados ya estarían descontando la incertidumbre de la evolución futura, una cautela que no puede juzgarse de precavida en exceso, habida cuenta de que el propio FMI hace tiempo que alerta de los peligros de la posibilidad de un truncamiento de la recuperación.