Hablar de energía es hablar de desafíos: de seguridad del suministro, de asequibilidad, de competitividad empresarial, de sostenibilidad ambiental? Desafíos que nos hablan de una realidad compleja que exige respuestas urgentes y a la altura dado que en ellas se juega en buena medida el futuro económico y ambiental de la Unión Europea.
A mi modo de ver, cinco son los retos más urgentes que tenemos entre manos.
En primer lugar, Europa debe acelerar el paso en la transición hacia una economía más sostenible y descarbonizada, lo cual exige un esfuerzo adicional en materia de energías renovables, redes inteligentes y eficiencia energética, de cara a cumplir los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en línea con lo pactado en la COP21.
En segundo lugar, y así lo han puesto de manifiesto crisis como la vivida a raíz del conflicto en Ucrania, urge garantizar un suministro energético seguro, estable y asequible para todos. Un reto clave no solo para asegurar la competitividad de nuestra industria -son recurrentes las quejas sobre el coste diferencial de producir en Europa debido a los altos precios energéticos-, sino también, y sobre todo, para atajar un problema creciente e impropio de una región desarrollada como la nuestra: la pobreza energética, lacerante realidad que padecen 50 millones de europeos.
En tercer lugar y ligado a lo anterior, urge asimismo diversificar las fuentes de suministro para evitar la dependencia de determinados suministradores de terceros países, con el consabido impacto en los propios costes energéticos.
A este respecto, emerge como un elemento clave para impulsar la seguridad y facilitar la diversificación el desarrollo de un verdadero mercado interior de la energía plenamente interconectado, capaz de superar la actual fragmentación que convierte a la Unión Europea en un archipiélago energético, con multitud de islas desconectadas entre sí e incapaces, por tanto, de dar una respuesta adecuada a la demanda de energía estable y asequible.
Un nuevo modelo para la Unión Energética
Y, en quinto lugar, impulsar la inversión en investigación, desarrollo e innovación, tanto para avanzar en los objetivos ya mencionados de lograr una economía sostenible, descarbonizada y energéticamente eficiente como en la creación de empleo de calidad y de un tejido industrial puntero a nivel mundial.
Es evidente que en los últimos años se han ido dando pasos a nivel europeo para avanzar en estos ámbitos, pero es mucho el camino que queda por andar si queremos desarrollar un nuevo modelo energético que abandone los combustibles fósiles y se base en fuentes sostenibles. Un nuevo modelo para la Unión Energética.