Desde Amigos de la Tierra consideramos el Acuerdo de París una farsa. Seguramente coincidirás con nuestra apreciación si piensas que un acuerdo contra el cambio climático, para considerarse un éxito, tiene que contener las herramientas necesarias para frenar el calentamiento, y si no, no sirve, por mucho que lo hayan firmado todos los países. Esta visión coincide con la de los principales científicos del clima que se han pronunciado sobre el acuerdo. A continuación resumimos con detalle nuestra interpretación.
Tira y afloja en el proceso
En borradores anteriores a la aprobación del texto final durante la cumbre, había referencias mucho más robustas a los derechos sociales, así como a un acuerdo ambicioso; de hecho, hasta el penúltimo borrador había plazos temporales y objetivos concretos de mitigación, reducción de emisiones de CO2, referencias a la "descarbonización" de la economía y a la erradicación de los combustibles fósiles. Desde dentro Amigos de la Tierra ha observado cómo las exigencias de países como Arabia Saudí conseguían eliminar estas herramientas vitales.
Las negociaciones no contemplaron un acuerdo hasta el final. De hecho el texto que presentaron como definitivo no lo era. En el último minuto, con todos los participantes esperando en el plenario, Estados Unidos presionó y consiguió rebajar una mención a los países industrializados: de "deberán" a "Intentarán". Es decir, se rebaja el grado de obligación de los países ricos a la hora de emprender acciones.
Los derechos sociales a la basura
Un acuerdo justo, ambicioso y vinculante debería recoger varios elementos relacionados con los derechos universales: reconocer la perspectiva de género en el reto climático, reconocer los derechos humanos y, por tanto, el reconocimiento de los derechos de los desplazados y refugiados climáticos y ambientales; finalmente tendría que reconocer la transición justa para los trabajadores del viejo modelo energético hacia puestos de trabajo dignos en la economía sostenible.
Todos estos puntos se han salido del texto, nuevamente por presiones de países que no reconocen acuerdos internacionales como la Carta de Derechos Humanos. Significa a su vez que los países que se dicen más progresistas y garantes de los derechos sociales han cedido en lo que deberían ser líneas rojas.