martes, 19 de marzo de 2024
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David Redolí

​Blanqueo de realidades

Sociólogo. Fue presidente de la Asociación de Comunicación Política (ACOP)

Hay muchas formas de blanquear la realidad. Una de ellas es influir en la llamada “agenda setting” de la prensa, la radio y la televisión, propiciando (con más o menos intencionalidad) la emergencia de temas polémicos que atraen intensamente la atención de los medios de comunicación, evitando así que se ocupen de otros asuntos muy relevantes. De esta manera, acaban pasando desapercibidas cuestiones que, de no ser por el “elemento distractor”, habrían tenido alta cobertura mediática y hubieran atraído, en consecuencia, la atenta mirada de la opinión pública (siempre mediada y mediatizada, no lo olvidemos, por el poder de los medios de comunicación para transmitir, explicar y visibilizar realidades políticas, económicas o sociales).


Medios diarios


En el convulso otoño que atraviesa España, ni los casos de corrupción política, ni la deuda de los bancos con el Estado, ni los preocupantes datos de precariedad laboral o la alarmante situación del sistema de pensiones ocupan más portadas. La crisis política catalana fagocita casi todo el espacio mediático desde hace meses.


Pasan así más o menos desapercibidas cuestiones que deberían recibir, por su interés social, mucha más atención por parte de los medios de comunicación.


Por ejemplo, ¿quién sabe hoy que España es de los pocos países europeos que no ha traspuesto aún la Cuarta Directiva europea para la lucha contra el blanqueo de capitales, la elusión fiscal y la financiación del terrorismo?


Estábamos obligados a hacerlo antes del 26 de junio de 2017, pero el Gobierno, por algún motivo, decidió no trasponerla a nuestro ordenamiento jurídico. Y no lo hace en un momento histórico en el que la lucha contra el blanqueo de capitales y contra la evasión de impuestos se ha convertido en una prioridad internacional y en una exigencia social.


Se trata de un tipo de delincuencia muy preocupante, ya que va en aumento. Según los últimos datos del Servicio Ejecutivo de la Comisión de Prevención de Blanqueo de Capitales e Infracciones Monetarias (SEPBLAC), los asuntos abiertos por blanqueo de capitales o financiación del terrorismo alcanzaron en España, en 2015, la cifra de 7.006, lo que representó un incremento del 17,6 % con respecto a 2014.


NARRAR EL MUNDO ES CONSTRUIRLO


Otro dato: el volumen del flujo de capitales de origen ilícito (estimado por el Parlamento Europeo) representa hoy en día entre el 2% y el 5% del Producto Interior Bruto (PIB) de la Unión Europea, fruto del éxito relativo de las organizaciones criminales por encubrir el origen de los capitales producto del delito y de la corrupción.


¿Por qué España se retrasa en rearmarse para luchar contra esta lacra? El blanqueo de capitales es un delito que lleva aparejado consigo actividades relacionadas con la corrupción política, con el narcotráfico, con la prostitución, con el tráfico de armas y con el terrorismo. 


No es un asunto menor. Es un asunto que impacta directamente en el interés general y en el bien público. Podría decirse que es, de hecho, la cara oscura de la globalización, como ha señalado el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz.


Pero los medios de comunicación apenas han prestado atención al hecho de que España, cuatro meses después de haber expirado el plazo dado por Bruselas, siga sin actualizar su normativa para que las sociedades mercantiles, y, en particular, las sociedades limitadas, sean mucho más transparentes. Porque sólo se puede luchar contra el blanqueo de capitales con sofisticadas herramientas legales e informáticas, adaptadas al sistema financiero del siglo XXI, e interconectadas a nivel europeo, para identificar a los dueños reales de los capitales de las sociedades, cada vez más globales e internacionales.


Los expertos en comunicación pública saben que la forma de narrar el mundo es una forma de construirlo. Y los principales relatores en nuestras sociedades de masas son los medios de comunicación. 


Si en las agendas de los medios no aparecen reflejados adecuadamente los temas relevantes, es decir, aquellos que afectan directamente a la calidad de nuestras vidas, a la calidad de una democracia, esa democracia se acabará resintiendo, porque la opinión pública no tendrá información sobre ellos.


Blanquear la realidad puede ser como el blanqueo de capitales: una estafa que acabamos pagando entre todos. No lo permitamos. Recordemos que las palabras no son objetos inofensivos: son la materia prima de la política y de nuestra identidad colectiva. Blanquear la realidad es posible si no estamos alerta y prevenidos. Al igual que blanquear capitales es posible si legalmente dejamos huecos para que impunemente actúen aquellos a quienes el bien común poco o nada les importa. Insisto: no lo permitamos. Que la atención no nos sea desviada.


Economistas frente a la crisis. Una versión de este artículo fue publicada originalmente en La Opinión de Zamora el 20 de octubre de 2017

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