martes, 19 de marzo de 2024
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José Molina Molina

Sin transparencia no hay democracia

Doctor en Economía y Sociólogo


Convivimos en dos mundos, en el de las ideas democráticas, como un sistema de libertades, y en el de la democracia representativa, que responde a un mundo estructuralmente burocratizado que nos ha ido separando de las ideas que surgieron de la Declaración de Derechos del Hombre de 1789, y surgen señales de alerta de los que entienden que la democracia que vivimos está bajo mínimos y hay que re-democratizarla. Es una situación compleja la que vive la humanidad, y muy contradictoria, admitimos como países democráticos, allí donde impera la opresión, o aceptamos como países libres, aquellos que mantiene un sistema de control, donde los gobiernos nombran a los que tienen que controlarlos, y tendríamos que reflexionar que estamos haciendo mal para convivir con este conflicto.


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Organismos reguladores


La tarea regulatoria que los organismos de control independientes de las democracias, incluyendo a los rectores de la economía y el sistema financiero, tienen que realizar, no es, ni puede ser nunca, por definición, políticamente aséptica. Y lo afirmo con claridad, para no confundir neutralidad "partidaria" con neutralidad "política", porque una toma de decisiones adecuadamente fundada, debe estar en base a conocimientos técnicos, económicos y jurídicos. En la función consultiva, la producción normativa, tiene su importancia, en la aplicación de la política reguladora más adecuada, pero con independencia absoluta, transparencia y rendición de cuentas, como elementos claves para ese desempeño.


En España sufrimos dos problemas graves. Por un lado, las instituciones supervisoras y reguladoras carecen de la independencia necesaria, o sea, están mediatizadas por la política, en la mayoría de los casos, y sus miembros están nombrados, por el partido que gobierna o en el reparto de representación según sus proporcionalidades representativas. Y, además, existe otro problema añadido, muchos de esos organismos reguladores son colonizados e instrumentalizados de una forma partidista por el "lobbyismo" sectorial. Rara vez son transparentes. Por eso su imagen está deteriorada, la ciudadanía desconfía de la independencia de su funcionamiento, y para profundizar más en esta crítica, recomiendo lo que EFC (Economistas Frente a la Crisis) ha puesto reiteradamente en sus manifiestos denunciando este estado de cosas.


Hay que preguntarse cómo repartir de nuevo el juego de poderes


En esta situación, estimo, que deberemos preguntarnos más pronto que tarde, cómo repartimos nuevamente el juego de poderes, qué papel tiene la ciudadanía, los teóricos de la sociedad, los partidos de la democracia representativa y los movimientos sociales integrados en la sociedad civil. Porque es el momento de redistribuir espacios en la política, los que tienen que desempeñar las instituciones, unas de gobierno y otras de control, así como los espacios territoriales, donde los poderes centrales tienen que asumir que vivimos en un contexto regionalizado, con una vida local muy sensible y que no hemos adaptado su estructura a los tiempos modernos. La Constitución del 78 se articuló desde lo que había, y lo que la sustentaba era un caciquismo local que no había sido ni modernizado ni regenerado, por eso la corrupción ha tenido el mejor caldo de cultivo.



Deberemos preguntarnos cómo repartimos nuevamente el juego de poderes, qué papel tiene la ciudadanía, los teóricos de la sociedad, los partidos de la democracia representativa y los movimientos sociales



No basta con realizar ajustes técnicos a las leyes específicas contra la corrupción, afirma Transparencia Internacional, se necesita implementar con urgencia reformas sistemáticas profundas que puedan contrarrestar el creciente desequilibrio de poder y riqueza, empoderando a los ciudadanos para que pongan freno a la impunidad generalizada por la corrupción, exijan que los poderosos rindan cuentas y realmente tengan voz en las decisiones que afectan su vida diaria. La información, nos dice Piketty, debe nutrir a las instituciones para conseguir su re-democratización, y de esta forma se pueda algún día controlar los desmanes del sistema capitalista, porque tanto la democracia como el sistema económico, siempre tienen que estar reinventándose, y sin derechos la transparencia no sirve de mucho.


España tiene un problema de corrupción política muy serio y se tiene que afrontar de manera integral y sin parches, nos dice Transparencia Internacional en su informe de 2016. Los efectos sobre la imagen de España de estos datos son negativos, sus efectos sobre posibles inversiones podrían también dañarnos. Ahora que tenemos ya Gobierno nacional es momento de que se proceda a una evaluación seria de la implantación e impactos de las medidas tomadas, además de seguir los consejos que se le vienen dando desde Transparencia Internacional España y de otras asociaciones y oiga a expertos y sociedad civil para que acometa un conjunto de reformas integrales en sus niveles de transparencia, rendición de cuentas, integridad, independencia de los órganos fiscalizadores y de control y calidad de los procesos de toma de decisiones y normativos. Pero además es momento de que todas las Comunidades Autónomas y los principales Ayuntamientos también trabajen de forma conjunta y colaboren entre sí en la generación de sistemas eficaces, transparentes y basados en buenas prácticas de la ética en la gestión de lo público.


Gobernados por el "Establishment"


Los debates se extienden por diferentes áreas, pero hay una que está concentrando la mayor tensión y esa es la organización territorial, con su reparto de poderes, funciones, servicios y financiación. Y todo ello complicado por lo que se conoce por el Establishment, y que Owen Jones, en su obra subtitulada "La casta al desnudo", nos describe con toda riqueza de detalles, esa gente que tiene poder, que controla y que no le importa caer bien o mal, porque lo importante es mandar, con muy diferentes visiones, desde la más conservadora, hasta la más progresista; en una se ve como un nido de nacional-liberalismo-financiero-corrupto, y con un desenfrenado contenido tirando a rancio, y desde la visión progresista, se parece a una red de escuelas de élite que dominan las instituciones claves desde sus altas posiciones como funcionarios, convirtiéndose en claves de la vida política. El Establishment, es como un calidoscopio, según se mueve se configuran diferentes geometrías de colores. Owen dice, que es una mancha de tinta, semejante a los famosos test de Rorschach, donde cada uno ve las figuras según su mente, es el pórtico de la psiquiatría política-social-económica.



Ahora el reto consiste en explicar bien y acertar en incorporar en los programas políticos, que la injusticia es un fracaso colectivo que necesita soluciones colectivas, y sin transparencia no hay democracia



El sufragio universal, dice Owen Jones, abrió las puertas de la democracia, ahora con la experiencia acumulada del comportamiento tan irracional como injusto de ese statu quo, que garantiza el Establishment, se precisa una revolución democrática, que por medios pacíficos, reclame los derechos y ese poder usurpado, para democratizar participativamente y abrir las instituciones a la ciudadanía y cambiar una democracia intervenida, por una política participativa en los gobiernos de las instituciones. Pero esta batalla de las ideas, se conseguirá con emoción y demostrando que se es más eficiente. Porque hay que ganar las mentes, los corazones y la confianza de la sociedad civil.


Hoy vivimos la furia de Trump, la del Brexit, Le Pen y tantas reproducciones, y ante esas alianzas, no se está respondiendo con una alternativa comprensible y convincente desde un contexto ideológico de política social de participación, que sea la evolución de la política de clase, que en el siglo XX unió a la izquierda contra los abusos de la derecha. Porque ahora, ya no funcionan los sentimientos de clase como en el siglo pasado, producto de la evaporación que se ha producido en la transición alocada del consumo burbujeante, y se ha perdido la conexión social. Ahora el reto consiste en explicar bien y acertar en incorporar en los programas políticos, que la injusticia es un fracaso colectivo que necesita soluciones colectivas, y sin transparencia no hay democracia.



José Molina Molina es Miembro de Economistas Frente a la Crisis y de Transparencia Internacional España. Presidente del Consejo de la Transparencia de la Región de Murcia.


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