La Justicia, con mayúscula, como la Verdad, no existe. En una sociedad dividida, lo que para unos es justo no lo es para otros y, cuando haciendo tabla rasa, se trata de aplicar un código absoluto de justicia para todos la injusticia resultante puede ser aún mayor. La justicia es, en fin, relativa y solo se explica en el contexto de las sociedades y su tiempo, aunque también es cierto que la balanza que la simboliza siempre ha tendido a bascular en favor de los poderosos, en detrimento de los débiles.
Así, la justicia puede entenderse como la concepción que cada época y cada cultura tiene acerca del sentido de sus normas jurídicas. Es un valor determinado por la sociedad, nació de la necesidad de mantener la armonía entre sus integrantes y se concreta en el conjunto de reglas y normas que establecen un marco para las relaciones entre las personas e instituciones, autorizando, prohibiendo y permitiendo acciones específicas.
Estas reglas tienen un fundamento cultural y en las sociedades modernas también formal. Lo cultural se basa en un consenso sobre lo bueno y lo malo y en aspectos prácticos de cómo deben organizarse las relaciones entre las personas. Lo formal es lo codificado en disposiciones escritas, que son aplicadas por los jueces o personas especialmente habilitadas para juzgar a las personas e instituciones y los conflictos que surgen de sus relaciones.
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