Ricardo Pereda. Presidente Dircom Aragón.
Mientras debatimos sobre la Marca España y usted lee estas líneas, un pequeño empresario español se encontrará por algún aeropuerto perdido de una antigua república soviética o de un país latinoamericano.
Luchando por buscar un hueco a sus productos y servicios, recorriendo los miles de kilómetros que hagan falta. Pequeños empresarios que suelen explicar, de forma recurrente, que no encuentran una mala predisposición hacia la Marca España y que no perciben una imagen tan negativa como la que a veces se traslada. Que incluso apuntan que a las pymes españolas se las suele reconocer como serias y competentes.
Una aproximación desde las comunidades autónomas a la imagen de España a nivel internacional, aporta una perspectiva externa estratégica: el papel de las pymes. Constituyen unos actores fundamentales de la Marca España y en numerosas ocasiones, deslumbrados por las luces de nuestros éxitos deportivos, nuestro nivel gastronómico o el patrimonio cultural, olvidamos que forman una red que marca para España en el mundial de la competencia entre países.
Esa aproximación a través la pyme se completa con una perspectiva interna no menos importante: qué pensamos de nosotros mismos. ¿Tenemos orgullo de pertenencia? ¿Nos gusta nuestra marca? Un componente fundamental de este debate es la conexión entre la identidad local y la nacional. ¿Son redes que cooperan o que compiten? ¿Son complementarias? ¿Se enriquecen y se potencian?
En este sentido, vivimos en un universo de millones de marcas donde también los territorios (ciudades, comunidades autónomas, países) compiten y donde fragmentar el discurso sólo inflama las debilidades. Todos quieren crear marcas para atraer a públicos que no prestan atención a los discursos ante la saturación de impactos. Quizás, en realidad, lo que casi todo el mundo quiere crear son logotipos. Que no es lo mismo que una marca.