Gotzone Totorica. Periodista
Aquello de que la pobreza es una abstracción, incluso para los pobres, también resulta válido para el miedo. Resulta difícil de percibir y de aceptar, pero se le reconoce por sus síntomas. El miedo, la desesperación se están instalando en la sociedad y sus efectos, algunos ya reconocibles, previsiblemente resultarán demoledores.
"Hemos vuelto a entrar en una era del miedo", constata Tony Judt. "Atrás ha quedado la sensación de que las habilidades con la que uno cuenta al empezar una profesión o un trabajo serán habilidades importantes para toda su vida laboral. Atrás ha quedado la certidumbre de que después de una trayectoria laboral exitosa espera una jubilación cómoda. Y el miedo en que ahora vivimos consiste en un temor a un futuro desconocido, a que unos extranjeros desconocidos puedan venir a poner bombas; el temor a que nuestros gobiernos ya no pueden controlar las circunstancias de nuestras vidas".
"Esta es la principal razón -concluye Judt- de que muchos estadounidenses unieron su suerte a la de Bush durante ocho años, ofreciendo apoyo a un gobierno cuyo único atractivo radicaba exclusivamente en la movilización y la explotación demagógica del miedo". En Europa, los que más éxito están teniendo al movilizar estos miedos a la incertidumbre económica, los extranjeros? son sobre todo los políticos convencionales, anticuados, demagogos, nacionalistas y xenófobos. La tríada inseguridad, miedo, desconfianza está siendo la base de un sistema de dominación que encuentra en la indiferencia la clave de su éxito.
Hemos ingresado en una época de inseguridad
Hemos ingresado en una época de inseguridad no sólo económica, sino también física y política. Y el hecho de que todo esto esté resultando imprevisible no debe servirnos de consuelo. En 1914, solo unos cuantos advirtieron el colapso total de su mundo y las catástrofes económicas y políticas que le siguieron. La inseguridad genera temores y este pánico -miedo al cambio, a la decadencia, a los extraños y, en general a un mundo desconocido- está corroyendo la confianza y la interdependencia sobre las que descansan las sociedades civiles. Así las cosas, las sociedades abiertas serán urgidas a cerrarse sobre sí mismas, sacrificando libertad a cambio de "seguridad".
En estas circunstancias nada tiene de extraño que hombres y mujeres serán empujados nuevamente a "la desesperación como estado de ánimo colectivo y, en estrecha relación con ello, a la credulidad, la esperanza y el milagro salvador (?), que no dejaba margen -en la generalidad de los casos- al firme propósito de pararse a obrar por cuenta propia sobre la situación para salir de ella", como dice Georg Lukács, refiriéndose a la Alemania de entreguerras. "Que la desesperación fue -prosigue-, el eslabón psicológico-social de engarce entre el nacionalismo y las grandes masas lo revela el hecho de que el verdadero auge del movimiento, el momento en que empieza a penetrar realmente en las masas, coincide con la crisis económica de 1929, es decir con el momento en que la actitud de la desesperación va cobrando formas sociales cada vez más concretas, trocándose en una sensación difusa de que peligra la existencia individual".