jueves, 28 de marzo de 2024
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Pedro L. Angosto. Historiador y escritor

En "En Das ersteleben der Ángela M" (La primera vida de Ángela Merkel), libro que acaba de aparecer en Alemania, los periodistas Ralf Georg Reuth y GüntherLachman, basándose en cientos de testimonios orales de personas que trabajaron y militaron con a ella a su lado, afirman que la canciller alemana no sólo fue, como ella admite, militante de las Juventudes Comunistas de la antigua República Democrática alemana, sino que ocupó la Secretaria de Agitación y Propaganda y colaboró con la Stasi, la policía política de Erich Honecker.

La pertenencia a las juventudes comunistas de Merkel podría haber sido algo parecido a lo que ocurría aquí durante el franquismo, cuando la inmensa mayoría de los jóvenes fueron miembros obligados de la OJE. Lo grave del caso es que Merkel comenzó a militar cuando el régimen empezaba a descomponerse y que ocupó cargos de la máxima relevancia, que su pregonado pragmatismo le llevó a entrar en la CDU, Unión Cristiano Demócrata, muy poco después de la caída del muro de Berlín y que para su meteórica ascensión contó con el aval de dos destacados miembros del Partido Comunista de la RDA, repentinos conversos democristianos como ella y depurados después por su pasado prosoviético.

Estos datos personales ayudan a conocer la personalidad de quien hoy, por asentimiento del resto de los líderes europeos, rige los destinos de Europa sin que nadie ose toserle. Nada tendría de extraño que Merkel, que viajó varias veces a Gori, localidad natal de Stalin, y a Moscú para rendir homenaje al dirigente soviético, hubiese evolucionado políticamente con el tiempo, lo que si choca estrepitosamente con la razón es ese cambio radical que ella intenta justificar hablando de pragmatismo vital y que no es otra cosa que oportunismo logrero de diccionario.

Merkel, adalid de las políticas más ultraliberales

Es muy posible que si la RDA siguiese existiendo, hoy Merkel ocupase un destacado cargo en la política de ese país, pero como no existe y ella sólo se rige por el pragmatismo optó por ocuparlo en la nueva Alemania y en la vieja Europa, encargándose de pasar a la historia por ser la persona que está colaborando con más ahínco a la destrucción del estado del bienestar europeo que, en buena parte surgió como respuesta occidental a la supuesta "amenaza" de su querida Unión Soviética. Se ha hablado mucho del peligro que esconden en su interior los conversos, y como muestra sirva el ejemplo del Inquisidor español Torquemada, quien con sangre judía en sus venas no dudó en perseguir con saña a los suyos hasta el extremo de ser uno de los impulsores del Edicto de Granada que decretaba su expulsión de los territorios de sus católicas majestades.

Con esos antecedentes, con esos cambios de ideología tan incomprensibles como carentes de coherencia, es muy fácil entender el comportamiento de Merkel, convertida hoy en máxima adalid de las políticas económicas más ultraliberales del mundo, incluido Estados Unidos. Pero no es ella la única responsable. Ni su personalidad, ni su capacidad política, ni, por supuesto, su carisma, del que carece por completo, le habrían permitido llegar hasta donde hoy está ni hacer lo que hace si antes no hubiesen ocurrido otras cosas.

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