viernes, 29 de marzo de 2024
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Redacción

¿Reforma de las Administraciones? A este paso ni reforma ni administraciones

Pepe Gálvez. Representante de CCOO en el Consejo Asesor de la Comisión para la Reforma de las Administraciones Públicas (CORA).

Hace unos días el catedrático de Política Económica de la Universitat de Barcelona (UB) y presidente del Círculo de Economía, Antón Costas, recordaba que "la Administración Pública no se creó para ser eficiente, sino para la equidad entendida como la capacidad de acceso de todos los ciudadanos, independientemente de sus recursos, a determinados servicios", y remachaba: "eso es conveniente saberlo para no equivocarnos en la reforma".

La complejidad de nuestras sociedades, de las necesidades colectivas, de la relación de los intereses individuales con los del conjunto, plantea la obligación de una actualización continua de la estructura y funcionamiento de las administraciones para asegurar esa equidad. Otra cosa muy distinta es lo que lleva a cabo el Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas ¿Dirigido? por Cristóbal Montoro, que no es sino un vaciado de funciones con perspectiva centralista y al servicio de intereses privados.

Dietas suicidas

El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, en su intervención en la Jornada sobre la Reforma de las Administraciones Públicas, celebrada en la Moncloa el pasado 10 de febrero, reconocía que la administración española no es ni elefantiásica, ni pesa como una losa sobre las finanzas, y que además dos terceras partes del gasto público es gasto social. En su intervención situaba al aparato burocrático como vector de progreso, aunque el proceso descentralizador había generado duplicidades, solapamientos y lagunas, y culpaba a la gestión socialista de elevar el gasto público sin medida y sin control, mientras que los ingresos se habían reducido al 36% del PIB. Y concluía que, como la sociedad quiere más y mejores servicios sin incrementar la carga impositiva, han ideado una estrategia continua en la que no sólo hay que adelgazar sino ganar músculo para beneficio de las empresas y ciudadanos.

Dentro de la saturación de lugares comunes a la que nos tienen acostumbrados los discursos oficiales, se cuelan verdades a medias, contradicciones y perversiones. Es una perversión habitual del pensamiento único el situar a la ciudadanía y al empresariado, porque se identifica empresa con su propietario, en el mismo nivel como beneficiarios de las administraciones. Es como si la clase empresarial fuera un sector al margen del resto de la sociedad, con unos derechos también al margen de los del resto de la población. Lo que evidencia en el plano simbólico la continua vulneración en la práctica del principio de la igualdad ante las administraciones públicas.

El presidente del Gobierno reconoce indirectamente que la campaña de linchamiento desde fuentes empresariales -Joan Rosell se ha abonado a ella con ahínco- sobre el exceso volumen de las administraciones era falsa; pero se nos dice que como se han reducido los ingresos hay que adelgazarlas, eso sí, sin perder músculo. De nuevo se nos sitúa en el callejón de única dirección, aunque para ello se obvien las contrarreformas fiscales y el gasto público dedicado a sostener los beneficios del sistema financiero.

Se pueden y deben aumentar los ingresos con una política fiscal justa y progresiva y se puede y se debe optar por encauzar el gasto público hacia las necesidades de la mayoría de la sociedad. Sobre los miles de millones de euros que se dice se van a ahorrar, hasta ahora no existe ninguna explicación detallada de cómo se llega a alcanzar tales cifras de ahorro y la credibilidad del Ministerio está muy dañada. Ahora bien, si tenemos en cuenta los ahorros estimados por la reforma de la Administración Local (8.000 M?) y los producidos por las medidas relativas a la reducción de entidades y organismos, a la práctica paralización de la oferta de empleo público y a la disminución de retribuciones y derechos del conjunto de personas que trabajan en el sector público, adoptadas desde noviembre de 2011, se puede deducir que la estimación de los ahorros recae fundamentalmente sobre la reducción y el deterioro del empleo público.

De las limitaciones y trampas de la consigna de adelgazar y ganar músculo puede dar cuenta la ciudadanía de Inglaterra, cuyo Gobierno es el modelo ensalzado e imitado por el nuestro en lo que respecta a lo público. Ahí están como grandes logros sus escandalosas deficiencias sanitarias y el estado de remojo en el que viven los habitantes del sur de Inglaterra por sucesivas inundaciones que no han sido debidamente previstas. Y es que adelgazamiento de las administraciones en el lenguaje neoliberal suele significar dejar de prestar servicios o prestarlos en condiciones peores.

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