viernes, 19 de abril de 2024
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Redacción

¿"Es la economía estúpido"? Neoliberalismo y desigualdades

Rodrigo Fernández Miranda. Docente, consultor e investigador social*

Rodrigo Fernández Miranda. Docente, consultor e investigador social

Como sucedió en América Latina en las tres últimas décadas del Siglo XX, la implementación de políticas neoliberales en el sur de Europa está produciendo una aceleración sin precedentes de las desigualdades en sus territorios. El texto propone ilustrar el escenario de desigualdades en el Estado español e indagar en sus causas y consecuencias, más allá de la economía.

Con la "crisis" como pretexto, los programas que desde 2008 la Troika impone en la periferia europea está favoreciendo la concentración de riqueza de los estratos más altos y la desposesión de los más bajos, creando una estructura de desigualdades cada vez más profunda. Una brecha que se acrecienta con el avance del mercado y el retroceso del Estado en los asuntos esenciales.

La desigualdad en datos

La desigualdad pasó a ser una característica que ilustra y define actualmente a las sociedades del sur de Europa en general y del Estado español en particular. Indicadores que pueden ilustrar en primera instancia la evolución de las desigualdades en el Estado español antes y después de la "crisis" son el índice de Gini y el indicador AROPE.

El Ratio 80/20 pasó de 5,3 en 2007 a 7,5 en 2012, lo que supone un aumento de más del 40% durante ese quinquenio. En el contexto europeo, desde 2011 el Estado español ocupa el podio de la UE en el Ratio 80/20, y desde 2012 es el país con mayor desigualdad social y por primera vez el que tiene mayor distancia entre rentas altas y bajas (Eurostat, 2012).

A esta descripción pueden agregarse indicadores sobre grupos poblacionales más vulnerables, como niños y adolescentes. Mientras que cada tres minutos cae en riesgo de pobreza un niño en territorio español (El Huffington Post, 2013), la tasa de pobreza infantil supera el 27%, el 32,6% de niños está en riesgo de pobreza o exclusión social, un 8,3% vive en hogares con privación material severa y un 18,7% en hogares que sufren pobreza crónica (Unicef, 2014).


La pobreza y la privación material se relacionan directamente con los ingresos. El análisis del desempleo desde 2007 arroja claridad sobre este marco.

El Estado español también toma la delantera en desigualdad salarial, principalmente entre jóvenes. En 2013 un estudio presentado por el Instituto de Juventud afirmaba que los jóvenes necesitarían cobrar un 80% más para poder emanciparse y acceder a una vivienda propia. También se destacaba que desde 2008 hay un progresivo retraso de la emancipación de los jóvenes por motivos económicos y que más de la mitad de los jóvenes que trabaja lo hace en puestos que exigen una menor cualificación que la que tienen (INJUVE, 2013).

Mientras el mercado de trabajo expulsa a jóvenes y adultos, engrosa las filas de un "ejército de reserva" que le permite precarizar a quiénes sí pueden trabajar. A la par, la ausencia del Estado aumenta la indefensión de ambos grupos: los desempleados tienen más limitado su derecho a una prestación por desempleo, y los empleados más precariedad por una Reforma Laboral que impone el paradigma de la "flexibilización".

Cruzando los análisis anteriores, desde el inicio de la "crisis" el porcentaje de hogares españoles afectados simultáneamente por problemas de privación material y de pobreza monetaria creció un 50% (FOESSA, 2014).

Por otra parte, las cuatro ediciones de la Encuesta Financiera de las Familias (EFF) del Banco de España muestran que en una década la desigualdad de la riqueza creció un 60% en el país. Según la última EFF la ratio sobre el patrimonio medio del decil más rico y el cuartil más pobre llegó a 87 en 2011 (Colectivo IOE, 2015).

Otra forma de aproximarse a la medición de las desigualdades es a través de la distribución del Producto Interior Bruto (PIB) entre asalariados y empresariado. En 2000 las rentas salariales rozaban el 50% y las empresariales el 40% (El País, 2013); y en el período 1995-2010 la relación era de 48,8% y el 41,7% del PIB (Colectivo IOE, 2012). En 2013 los excedentes de las empresas (46,1%) superaron las rentas salariales (44,2%) por primera vez.

Siguiendo el rastro de las desigualdades, por un lado, aumenta el consumo de bienes de lujo: en 2014 las ventas de coches de lujo crecieron en el país un 29,3% respecto al año anterior (El País, 2015). En paralelo, un 30% de los hogares tiene dificultades para llegar a fin de mes y más del 40% para afrontar gastos imprevistos. Asimismo, entre 2009 y 2014 las dificultades financieras de las familias ascendieron del 15 al 25% (FOESSA, 2014).

Dos pilares del neoliberalismo, la ausencia del Estado y la minimización de la inversión pública social, acentúan estas desigualdades, favoreciendo la exclusión, desprotección o vulnerabilización de amplios sectores sociales.

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