Se incrementa la lucha contra la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP), el polémico acuerdo comercial que está siendo negociado entre la UE y los EE.UU a puerta cerrada. A medida que más y más europeos se enteran de la amenaza que representa el TTIP para el empleo, los servicios públicos, la seguridad alimentaria, el medio ambiente y la propia democracia, la campaña masiva en su contra está adquiriendo impulso. Las fuerzas que promueven el TTIP están en retirada.
Al Parlamento Europeo se le pidió el pasado 10 de junio que aprobara una resolución a favor de la TTIP, que habría dado a la comisaria de Comercio de la UE, Cecilia Malmström, un gran impulso en sus esfuerzos para completar la operación. Junto a otros representantes de la sociedad civil de toda Europa, viajé a Estrasburgo para recordar a los diputados que más de dos millones de personas habían firmado la Iniciativa de la Ciudadanía Europea rechazando el TTIP y el paralelo acuerdo UE-Canadá, CETA. A los eurodiputados les dijimos que tenían votar en contra de la resolución si querían mantener algo de su credibilidad. Los pueblos de Europa estarían viéndoles.
La presión resultó eficaz. Los socialdemócratas alemanes que controlan el parlamento (y apoyan la TTIP) se desmarcaron tanto del compromiso, que cancelaron su voto en el último momento. Luego, dieron luz verde a una moción del Parlamento que bloqueaba cualquier debate sobre la TTIP. Se suponía que esta iba a ser es la primera resolución de apoyo de la TTIP del nuevo Parlamento Europeo elegido en 2014. El hecho de que ni el voto ni el debate podrían celebrarse ha sido un golpe a la legitimidad del TTIP, y a la credibilidad de la agenda de libre comercio de la UE.
Crisis política
El parlamento era un hervidero de preguntas sobre porqué su presidente, Martin Schulz, del partido socialdemócrata de Alemania, había tomado la decisión de parar el voto. La razón oficial dada (que el número de enmiendas lo hizo demasiado complejo) fue rechazada por entenderse que se trataba de una cortina de humo obvia, ya que los procedimientos parlamentarios eran perfectamente capaces de afrontar la votación. En realidad, como la mayoría de los medios de comunicación coincidieron, los socialdemócratas están en crisis por su apoyo al TTIP, y profundamente divididos sobre la inclusión de un mecanismo de solución de litigios entre inversionistas y Estado (ISDS) que permitiría las empresas estadounidenses demandar a los Estados miembros de la UE por la pérdida de ganancias derivadas de las medidas política que puedan afectar a sus cuentas de resultados.
El ISDS ha convertido en el pararrayos de la actual ola de protesta contra TTIP, a pesar de que muchos de los otros elementos del acuerdo son igualmente peligrosos. Los eurodiputados están siendo presionados por la sociedad civil para pronunciarse en contra de la inclusión de cualquier mecanismo ISDS en el acuerdo, incluyendo la "nueva" versión de ISDS propuesta por el comisario de comercio con unas mínimas reformas cosméticas. Los diputados socialdemócratas han sido especialmente objeto de esta presión por apoyar un acuerdo que todavía podría incluir el ISDS, y varios de ellos se han comprometido públicamente a votar en contra de TTIP, en el caso de que en última instancia conceda, como está previsto, excepcionales poderes a las empresas transnacionales.
