jueves, 18 de abril de 2024
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Redacción

Barcelona, profesiones con más de un siglo de legalidad pero con un futuro incierto

María Abril Sellarés

María Abril Sellarés. Doctora en Didáctica de las Ciencias Sociales y del Patrimonio por la Universidad de Barcelona

Cuando pensamos en el turismo y sus profesionales, normalmente nos vienen a la mente personas que trabajan en el sector hotelero (de cualquier tipología y categoría), en el sector restauración y en el sector de agencias de viajes y ocio. Nos cuesta más identificar algunos profesionales como los guías turísticos, que o bien por su condición, por su trayectoria laboral o por un uso popular no adecuado a menudo se ha venido quedando al margen de la categorización profesional.


En la ciudad de Barcelona, la preocupación por mostrar los monumentos y eventos más importantes a sus visitantes se remonta a más de un siglo de antigüedad, concretamente cuando la ciudad celebró su primera Exposición Universal en 1888, sita en el parque de la Ciutadella y sus aledaños. En aquel entonces el Ayuntamiento decidió dar un buen servicio a todo aquel que lo necesite a través de una formación adecuada a sus cuerpos de policía local. Aunque esa formación hoy la veríamos poco rigurosa no dejó de ser un intento de acercamiento para aquellos que acudían a la ciudad con motivo de dicha Exposición, desgraciadamente también entró en juego la picaresca germen de lo que en años venideros sería el desprestigio de la profesión de guías de turismo.


En el año 1908 el Ayuntamiento de la ciudad Condal creaba la Societat d'Atracció de Foraster auspiciada por Doménech J. Sanllehy, alcalde de la ciudad. La finalidad era informar, fomentar y promover el turismo en Barcelona, pero ninguna alusión directa en los estatutos de dicha Sociedad sobre la profesión del guía, pues entendían que, con la prensa diaria, los folletos, las conferencias entre otras herramientas iban a ser suficientes. Finalmente ese mismo año aparecía una Real orden Circular de 18/03/1909 que iba a regular el mal ejercicio de la profesión de guía que se estaba produciendo en el territorio nacional. A partir de ese momento y durante la primera mitad del siglo XX se irán produciendo distintas normativas que serán aplicables a todo el ámbito español.


Competencia propia de la Generalitat


En el caso de Barcelona, un nuevo evento, la segunda Exposición Internacional, sita en Montjuïc, volvía a plantear nuevos retos en temas de guiaje en la ciudad Condal, siempre desde el prisma de la Societatd'Atracció de Forasters, ofreciéndose tanto un carnet para los guías como para los turistas que tuviesen la voluntad de visitar los sitios y monumentos más notables de Barcelona, así en el número del mes de mayo de la revista que le era propia, se anunciaba la creación de un cuerpo de guías.

El trasvase de competencias, desde el Gobierno Central a la Generalitat, que se produjo durante la II República española (1931-1939), incluyó las referidas a temas turísticos. A pesar de ser para la Generalitat competencia propia, ambos gobiernos llegaron a un acuerdo conocido como el Convenio de Cooperación Turística donde en la base décima se encontraba regulada la profesión del guía así como las figuras que se podían entender dependientes de dicho Convenio, de modo que se regularon: la figura propiamente del guía, la del guía-intérprete y la de informador interprete.


Con la guerra civil todo lo referido a materia turística quedó en stand by, incluyendo evidentemente el ejercicio de la profesión de guías de turismo, que no se volverá a recuperar hasta la época de la postguerra en 1947 con una Orden de 23 de mayo de 1947 donde por primera vez se establecía la obligatoriedad de contratar guías habilitados por parte de las empresas intermediarias y de servicios turísticos. Durante los siguientes veinte años, un conjunto de órdenes fueron modificando la regulación de la actividad del guía de turismo.


Y llegó a Barcelona un nuevo evento, el Congreso Eucarístico Internacional que se celebró en el año 1952, lo que permitió al gobierno franquista hacer un primer intento aperturista y de acercamiento a Europa. Cuidar la imagen iba a ser un elemento clave, así que se quiso controlar cualquier acción durante el Congreso, incluida la profesión del guía, pues iba a mostrar no sólo la imagen de una nueva ciudad sino de un nuevo hacer turístico. Para ello se requirió de una capacitación explícita que se obtuvo convocando un examen, que iba a ser el primero que se hacía en la ciudad Condal.


Finalmente la profesión de guía quedaba establecida por el Reglamento 31 de enero de 1964 donde se clasificaba a los guías como: guías de turismo, guía intérprete de turismo y guía correo. Este reglamento estuvo regulando la profesión de los guías en España hasta que la Constitución de 1978 otorgó de nuevo competencias exclusivas en materia de turismo a las distintas Comunidades Autónomas.


El Gobierno de Catalunya hizo una primera regulación en el año 1989, se trataba del Decreto el 210/1 de agosto, donde clasificaba a los guías en guías territoriales de Catalunya, guías de Barcelona y guías de ruta. A lo largo del período democrático, el Gobierno de la Generalitat ha tratado el tema turístico y la profesión del guía a través de Decretos, Órdenes y Decretos Legislativos, realizando una nueva clasificación donde desaparecían las categorías de guías territoriales de Catalunya y guías de Barcelona, para pasar a llamarse guías de turismo.

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