jueves, 18 de abril de 2024
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Juan Antonio Pavón. Experto en política pública Europea y consultor de comunicación estratégica

La inmigración económica y los movimientos masivos de refugiados son dos de los mayores desafíos que la Unión Europea está encarando en los últimos tiempos. En cifras de ACNUR, hasta ahora el conflicto en Siria ha provocado el desplazamiento de 12 millones de personas, 4 de ellos fuera de las fronteras sirias y los 8 millones restantes en el interior. En Turquía permanecen casi dos millones. En Europa, según la Comisión Europea, el número de demandantes de asilo a lo largo de la UE se ha visto incrementado en un 44% de 435.000 en 2013 hasta los 626.000 en 2014. Según Frontex, desde enero hasta el mes de junio, se han producido 340.000 entradas en algún país de la UE, 130.000 por las islas griegas, 102.000 por la frontera húngara y 91.000 a través de Italia. Además, según estimaciones a la baja de Naciones Unidas, se espera que al menos 850.000 personas crucen el Mediterráneo en busca de refugio en Europa este año y el próximo. La falta de una respuesta europea ya está empezando a bloquear el espacio Schengen y podría afectar tanto a la dimensión socioeconómica, como a otros dominios políticos como defensa, antiterrorismo incluso a las relaciones intra-EU entre estados, poniendo en peligro los propios valores fundamentales de la Unión.

Paradójicamente, la situación demográfica Europea, que comparten países con resultados económicos tan dispares como Alemania o España, es alarmante. Se necesitan más personas (más trabajadores y más consumidores) antes de la crisis demográfica que se espera para 2025. Aunque la mayoría de los inmigrantes no será capaz de cubrir las deficiencias existentes en el mercado laboral de inmediato, ayudaría a reforzar el repunte en el consumo, que aunque real, sigue demasiado débil como para tener un efecto significativo en el empleo y mucho menos para aumentar los salarios.

Debido a la creciente presión migratoria y al refuerzo de fronteras por parte de gobiernos de centro-derecha europeos (con el objetivo de cosechar el rédito político que sigue dando la inmigración, en comparación con el impacto real que produce) los inmigrantes y refugiados se han visto forzados a cambiar rutas terrestres por marítimas, más peligrosas que las primeras, razón por la cual las tragedias no han parado de producirse. En Septiembre de 2015, tras una reciente crisis de imagen, la Comisión Europea relanzó su plan para atajar esta situación.

¿Que se ha hecho hasta ahora?

Tras el hundimiento de un buque con más de 950 personas a principios de año, la Comisión Europea presentó en mayo una propuesta al Consejo Europeo que incluía la reubicación de 40.000 personas que ya están en territorio de la UE y el reasentamiento de 20.000 personas de fuera de la UE en los próximos dos años. Bajo influencia de posicionamientos ideológicos y de presiones electoralistas, los gobiernos rechazaron la propuesta, incluyendo al Gobierno español que se negó a aceptarla, ofreciendo en su lugar a acoger a 1.300 de los refugiados llegados exclusivamente de Italia y Grecia, frente a los 4.288 que le hubiesen correspondido. Este rechazo, añadido a otras realidades como la falta de recursos económicos y políticos de países en primera línea de fuego (Grecia) o los recortes impuestos en materia social o asistencial, han contribuido a que se descontrole la peor crisis de refugiados que ha vivido Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Tras dicha crisis de imagen de septiembre, la Comisión Europea busca una solución consensuada que se refuerce la imagen solidaria de la UE.

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