Dani Vilaró. Periodista de Amnistía Internacional Catalunya
La respuesta de la Unión Europea y sus dirigentes a la crisis de refugiados es, hasta ahora, fallida e incoherente y ha carecido de ambición y liderazgo. Si no hay rectificación, podemos calificarla, sin exagerar, de fracaso moral catastrófico. Todo el mundo coincide que el grado de sufrimiento padecido por las personas que huyen de la violencia y de violaciones masivas de derechos humanos protagonizadas por gobiernos o grupos armados es inimaginable. La llegada de personas refugiadas a Europa ha alcanzado un nivel nunca visto desde los tiempos de la II Guerra Mundial. ACNUR reconoce estar desbordada en la atención sobre el terreno de los campos de refugiados, y países limítrofes al desastre, como los que rodean Siria, siguen con millones de personas desplazadas.
La primera cuestión relevante es recordar que las personas que llegan a Europa huyen de países como Siria, Afganistán, Somalia, Eritrea, Yemen o Nigeria, entre otros. Son personas que dejan atrás guerras y persecuciones étnicas o religiosas, precisamente las que el derecho internacional reconoce que pueden optar a asilo y a protección internacional. No lo olvidemos: buscan salvar sus vidas y por eso huyen de su país. Y nuestra obligación, moral pero también jurídica, es atender y resolver estas peticiones.
Frente a esta situación, la respuesta europea ha sido fragmentaria e improvisada, casi de parálisis, pese a que Naciones Unidas y muchas ONG veníamos advirtiendo de la gravedad y la situación explosiva que se estaba gestando en el norte de África (por las revueltas árabes, por la represión en el Egipto de Al Sisi), en Oriente Próximo (por la guerra de Siria, el auge de Estado Islámico en la región y la inestabilidad sistémica en Iraq, la cronificación del conflicto entre Israel y Palestina) o en el continente africano (por la expansión de grupos armados que controlan grandes zonas de territorio y golpean a la población civil: por ejemplo, Boko Haram en Nigeria o Camerún, o Al Shabab en Somalia y Kenya).
Es evidente que la crisis de refugiados no es únicamente europea: es mundial, como señalaba Amnistía Internacional en su último informe anual (febrero 2015); y esta tendencia global es la que dirigentes de la UE han venido ignorando repetidamente y de forma vergonzosa hasta que la crisis ha estallado en sus fronteras exteriores y en su propio territorio. Ya no se puede mirar hacia otro lado y hay que afrontar la situación. Europa, la UE, debe brindar protección a quiénes ya no pueden encontrarla en otra parte porque justamente muchos tratados firmados por sus estados miembro obligan a atender con garantías las peticiones de asilo y refugio. Amnistía Internacional y otros grupos de derechos humanos no pedimos la luna: reclamamos que los estados cumplan con obligaciones jurídicas previas, contraídas al firmar convenios internacionales como por ejemplo la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados (1951) y otros.