viernes, 29 de marzo de 2024
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Redacción

Grecia y la UE, conflicto político y económico total

Ignacio Pérez. Profesor del International Business Program de la UAO CEU

El reciente resultado electoral acontecido en Grecia con la mayoría casi absoluta de la coalición de izquierdas Syriza, aviva, de nuevo, las confrontaciones y las tensiones (algunas latentes, otras explícitas) dentro de la Unión Europea. Esta vez, empero, se trata de una batalla total a todos niveles: político, económico, identitario y financiero. Veámoslo por partes. Empecemos por el político.

La UE aún no ha dejado claro que arquitectura de organización tiene o, siquiera, aspira a tener. En ella vemos elementos de federación, confederación, unión semi-centralizada (o semi-descentralizada, según se mire) e incluso de zona de "cooperación y actuación económica" común. En ella, los distintos Estados que la componen, al ceder parte de su soberanía política al Parlamento Europeo, la Comisión Europea y el Consejo Europeo han perdido los instrumentos necesarios y la potestad para emprender reformas de tipo político unilateral sin contar con la evaluación y aprobación de las instituciones comunitarias europeas. Por contra, la UE no puede imponer tampoco unilateralmente sus propuestas, condiciones o leyes relativas a competencias políticas aún en manos de los Estados miembros. En otras palabras, ni los Estados pueden actuar sin escuchar ni negociar con la UE, ni la UE puede imponer las normas políticas que más le convengan en los distintos Estados sin contar con la aprobación, por lo menos en ciertas competencias, de estos.

Y es precisamente en esta tesitura en la que se encuentra el gobierno griego: a pesar de que ciertas constricciones políticas limitan su actuación, teniendo así que renunciar a parte de sus promesas electorales, saben que sin la UE, Grecia sería un país mucho más débil y empobrecido de lo que es ahora. Sin embargo, la incapacidad de actuar de acuerdo con los principios democráticos (a saber, realizar los proyectos votados democráticamente por los ciudadanos) mina también la imagen y la calidad política de las instituciones europeas que demuestran su imposibilidad de escapatoria al sometimiento a los poderes económicos y financieros públicos, y lo que es peor, privados (algunos incluso no europeos o provenientes de países o regiones no democráticas, agravando si cabe más aún la situación). En resumidas cuentas, el resultado electoral griego demuestra que la autonomía, voluntad y fraternidad política y democrática en la UE, lejos de controlar o ser independiente con respecto a los poderes económicos, se encuentran inexorablemente sometidas a ellos.

Veamos, en cualquier caso el problema financiero

Aquí también es Grecia quien tiene un problema. El catedrático de macroeconomía de la Universidad de Columbia, Xavier Sala-i-Martín, define con una metáfora cognitiva el ejemplo de los problemas financieros del Estado helénico de forma muy gráfica. El problema de la deuda griega podría compararse con una bañera rebosante de agua donde el grifo no para de verter agua. En esta metáfora, el agua que cae del grifo serían los gastos, el agua rebosante de la bañera sería la deuda y el tamaño de la bañera las reformas económicas que el país necesitaría. O sea, Grecia tiene cada mes unos gastos que no puede cortar ni parar (sueldos públicos, pensiones, servicios sociales, etc.) que vendrían a ser el grifo que, incesantemente sigue soltando litros y litros de agua. Estos gastos se tienen que sufragar y como los ingresos del estado son inferiores a los gastos, entonces se genera el déficit que no para de acumularse (metáfora del agua rebosando de la bañera). Por último tenemos el tamaño de la bañera, la cual no es lo suficientemente grande para acumular el agua que sigue cayendo del grifo. Para solucionarlo, sería necesario cambiarla por otra más grande (refiriéndose a una reformas necesarias en el Estado griego para que los gastos sean, finalmente, inferiores a los ingresos y así salir de la situación de déficit alarmante e irreversible).

El problema, claro está, es que si Grecia quiere seguir pudiendo pagar cada mes sus servicios, necesita financiación y esta, al no poder venir de los ingresos del Estado, tiene que venir en forma de préstamo europeo o de préstamo de mercados privados, quienes, lógicamente para seguir prestándole a Grecia necesitan las garantías de unas reformas que les garanticen el cobro de su deuda activa con ellos. A saber, o bien Grecia acepta las condiciones y las reformas impuestas por sus acreedores o estos mismos acreedores cerrarán -nunca mejor dicho en relación a esta metáfora- el grifo del crédito a Grecia, lo que provocaría en pocos meses la total bancarrota del Estado griego tal y como lo hemos conocido hasta la fecha.

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