viernes, 29 de marzo de 2024
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Redacción

Algunas reflexiones sobre las Privatizaciones en América Latina

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Pedro Nel Páez Pérez. Profesor Asociado de la Escuela Superior de Administración Pública ESAP, Bogotá, Colombia

La crisis del modelo sustitutivo en América Latina y la deuda externa durante los años 80, dieron lugar a un conjunto de medidas impuestas por las instituciones multilaterales de crédito, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Los ajustes macroeconómicos y la transformación estructural pretendían convertir sociedades relativamente protegidas de la competencia internacional con la sustitución de importaciones en economías más abiertas a los intercambios comerciales. La privatización de activos y de actividades del sector público hizo parte de ellas. Empero, importa en este trabajo destacar algunas de las justificaciones que estuvieron detrás del cambio del modelo de desarrollo, donde las privatizaciones van a jugar un papel muy importante. El Banco Mundial, por ejemplo, conjetura que la propiedad privada es un determinante significativo para el desempeño de una empresa. Defensores de esta posición asocian inequívocamente la propiedad pública con un mal desempeño.

Otro argumento asume que las privatizaciones impulsan la competencia entre empresas cuando un gobierno promueve actuaciones amigables con el libre mercado. Además privatizar se considera un factor importante en la modernización del Estado. Son incontables poderes que se atribuyen a este tipo de medidas y particularmente a las privatizaciones: mejora el desempeño en las actividades que eran públicas, promueve la eficiencia y la competencia, pero además moderniza el Estado. En contraposición, la propiedad pública es ineficiente y por decirlo menos moderna.

Empero, existe la impresión que ese discurso ya se ha escuchado en otras oportunidades. Aparece, por ejemplo, en diversos intentos negligentes y fallidos por modernizar una región que parece sentirse más cómoda en medio del atraso. Que no entiende la necesidad de modernizarse porque ha perdido la esperanza y porque en las ocasiones que se ha intentado hacerlo, a ellos, a los millones de personas que viven en la miseria, nada les ha cambiado. El discurso de la modernidad está lleno de mucho escepticismo. En la pre-modernidad, la modernidad e incluso un mundo posmoderno van a vivir igual. Pero quizás vivan peor, eso sí, cuando el sector privado invade las esferas de lo público con el único objetivo de maximizar los beneficios.

Acomodar las sociedades a las crisis del capitalismo

El discurso de la propiedad, la competencia, la eficiencia y la modernidad también se repite cuando hay que salvar de alguna debacle al capitalismo central, donde todos tienen que poner su cuota de sacrificio. De preferencia el tercer mundo, porque se supone que si colapsa el primer mundo también lo harán el resto de los mundos. Habrá que acomodar las sociedades a la crisis del capitalismo y arroparlo con alguna teoría libertaria para mantener un statu quo, unas estructuras sociales globales supremamente jerarquizadas, en un orden internacional que cambia poco.

El discurso de la modernización ya había sido acogido por la teoría del desarrollo económico. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, se descubrió que había países donde la miseria era un denominador común, pero no por la falta de recursos sino por la distribución irregular de ellos. El diagnóstico hecho por los especialistas extranjeros, indicaba que se trataba de economías atrasadas, agrícolas, de subsistencia y baja productividad con una tecnología obsoleta. Entonces debían modernizarse, lo que a la vez implicaba adoptar, replicar e imitar los procesos históricos especialmente europeos, quienes superaron las edades oscuras con la industrialización. Suponía asimismo desatar simultáneamente un proceso de urbanización, la absorción del exceso de mano de obra agrícola en el sector moderno, emplearlo en la manufactura. A pesar de los chorros de tinta que se gastaron para construir estas teorías tan asombrosas y el uso de dineros públicos para pagar carísimas misiones extranjeras, estos países del tercer mundo, ni son industrializados, ni son desarrollados, si se acepta una concepción muy estrecha del desarrollo, como un alto PIB per cápita y niveles de consumo elevados.

Las estadísticas básicas muestran que a presar de los intentos de industrialización, la región depende de los bienes básicos. Es el componente principal del producto interno bruto y las exportaciones. Una crisis externa que origine variaciones de los precios de los bienes básicos exportados reproduce una crisis ampliada en la región. Desde los argumentos empleados por las teorías del desarrollo, siguen siendo sociedades atrasadas porque no se industrializaron bajo los parámetros occidentales.

La imposición de las reformas estructurales supuso igualmente algún discurso modernizador, si bien las economías tercermundistas parecen renuentes a "modernizarse", por el aparente fracaso del estado intervencionista, por la catástrofe social que significó la involución inducida por la crisis de la deuda y las reformas estructurales mismas, así como el estrepitoso fracaso de las estrategias de desarrollo. Sigue siendo una región atrasada.

Transferir sumas incalculables a los acreedores internacionales

Los problemas estructurales de la pobreza y la desigualdad, el atraso y la miseria no parecen tener una salida en el largo plazo. Aun así las privatizaciones se presentaron también como una estrategia de modernización del Estado. Pero no se dijo abiertamente que cuando la región atravesó por la peor crisis, las sociedades tercermundistas tuvieron que apretarse el cinturón para transferir sumas incalculables de dinero a los acreedores internacionales como pago del servicio de la deuda debido al alza de los tipos de interés internacional y las condiciones leoninas que los impusieron a los países para prestarles más dinero, en medio de la crisis.

Durante los años 80, la región latinoamericana sufrió un retroceso sin precedentes que contrajo el ingreso per cápita y aumentaron la pobreza y la desigualdad. En esas circunstancias adversas los países fueron condicionados a realizar transformaciones estructurales que tuvieron unos costos sociales incalculables. Entonces se dijo que las reformas eran necesarias para superar la crisis de deuda y reencontrar la senda del crecimiento económico.

El núcleo de la condicionalidad estuvo constituido por la liberación comercial (apertura económica), la promoción de las exportaciones, la reforma financiera, las devaluaciones masivas, junto con un papel más reducido del Estado. El ajuste macroeconómico supuso la adopción de una política económica restrictiva (contraer la cantidad de dinero y disminuir el gasto público) para reducir la inflación y el déficit en cuenta corriente. Se proclamó sin embargo que las reformas eran necesarias para aumentar la eficiencia, la inversión extranjera y el crecimiento económico.

Las medidas, estaban inmersas en el discurso anti estatista, el mal desempeño del sector público, la modernidad, el crecimiento y el progreso. Una parte considerable de los recursos recibidos en préstamo salieron en forma de capital especulativo para las elites que estaban en el poder. Aun así se supuso que la apertura de las economías tercermundistas a la "competencia internacional" sería el vehículo para lograr la eficiencia y la generación de beneficios económicos.

El problema por si no son las privatizaciones si están acompañadas de unas reglas del juego claras, una regulación adecuada, estricta, exigible. Pero la regulación se esgrime como un atentado en contra de la libertad de mercado. Un atentado contra esas personas misteriosas llamadas inversionistas. Ellos usualmente exigen reglas del juego claras para hacer sus inversiones, lo que es equivalente a decir que no haya reglas. La mejor política es la que deja hacer al mercado.

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