viernes, 29 de marzo de 2024
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Luciano Canfora. Catedrático de Filología clásica en la Universidad de Bari.

En su obra "La Historia falsa y otros escritos", editada por Capitán Swing, S.L., Luciano Canfora dedica un capítulo al "partido único articulado" que aquí reproducimos.

Intérpretes bien distintos, pero coincidentes en este punto, como Gaetano Salvemini, Benedetto Croce y Antonio Gramsci, revelaron la dinámica parlamentaria y su degeneración entre los siglos XIX y XX. El hundimiento de los partidos existentes y aquélla época y su sustitución por formaciones nuevas y radicalmente distintas se convirtió en el propósito programático del periódico que fundo entonces Salvemini, "L'Unitá: putrescat ut resurgat" era la fórmula de Salvemini. Croce escribió entonces (enero 1912) para Salvemini un diagnóstico eficaz: "La experiencia muestra que el partido que gobierna o desgobierna es siempre uno solo. Y tiene el consenso de todos los demás que fingen oponerse".

"En muchos países -subrayaba Gramsci en una reseña del "Cuaderno 17"- los partidos orgánicos y fundamentales, por necesidades de la lucha o por otra causa, se han fragmentado en fracciones, cada una de las cuales adopta el nombre de Partido e incluso de Partido independiente". Podría observarse, así, que dos procesos opuestos llevan a un resultado muy parecido: por un lado, los grandes partidos tradicionales que se fraccionan en partidos aparente o formalmente distintos; por otro lado, partidos que se mueven desde puntos de partida lejanos, o en las antípodas, que se unen en nombre de la "cohesión", y dan vida a algo no ¡muy diferente de aquella unidad orgánica, pero articulada en partidos distintos, en la que Gramsci pensaba cuando aludía al pluripartidismo puramente "epidérmico" de tantas sociedades políticas de su tiempo.

Una fuerza directriz por sí sola

¿Qué tienen en común los dos fenómenos? "A menudo, por lo tanto -prosigue Gramsci-, el Estado Mayor intelectual del Partido orgánico no pertenece a ninguna de tales fracciones sino que opera como si fuese una fuerza directriz por sí sola, superior a los partidos". Gramsci, que escribía en una época en la que la fuerza de "acción política" de los partidos, como él diría, era enorme, se refiere a centros de opinión y orientación lo suficientemente fuertes para influir en una pluralidad de partidos sustancialmente afines (el Times o el Corriere della Sera). Nuestro presente nos ofrece nuevas modalidades y formas de esta función directiva y de orientación. En el caso de Italia, de España y de Grecia, se ha visto que las órdenes del Banco Central Europeo (fortaleza de los vínculos supranacionales constituidos por la "jaula de hierro" de los parámetros de Maastrich) derriban gobiernos, hacen nacer nuevos, organizan el nacimiento de coaliciones, prohíben referéndums en países aparentemente soberanos, "Una fuerza directriz por sí sola", pero ¡de que entidad!.

Se puede desarrollar esta intuición con una consideración histórica. Un partido único orgánico aparentemente dividido en más formaciones políticas rivales fue, con diversos grados de perfección, el sistema de partidos en Europa hasta que surgieron los partidos "obreros" o como quiera que se denominan, cuya propia existencia se enclava en la base social y en los intereses representados: en oposición al "partido único orgánico". Como ya se ha dicho, los partidos "obreros" fueron los primeros partidos reales. Los partidos católicos de masa fueron juna consecuencia de aquéllos.

Así pues, en nuestro tiempo hemos asistido a un desarrollo totalmente nuevo (solo en parte previsible): los partidos obreros -con excepción, hasta cierto punto, de Alemania- han desaparecido, el enfrentamiento partidista se ha ido encarnando en cuestiones ya no sociales sino ético-individuales; y, sobre todo, la "fuerza directriz por sí sola" se ha "deslocalizado" más allá de los confines estatales, volviéndose por eso mismo intangible, protegida y totalitaria en sus directivas y decisiones; tal "fuerza directriz" se encuentra en el poder bancario (BCE y FMI en primer lugar), que prefiere colocar al frente de los Estados nacionales subalternos directamente a sus funcionarios, evitando el engorroso problema de la conquista del consenso y del esfuerzo "electoral".

#Luciano Canfora. Catedrático de Filología clásica en la Universidad de Bari. Forma parte del comité científico de la "Society of Classical Tradition" de Boston y de la Fundación Instituto Gramsci de Roma. Dirige la revista Quaderni di Storia y la colección de textos "la città antica", y forma parte del consejo directivo de las revistas Historia y crítica, Journal of Classical Tradition y Limes

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